martes, 23 de junio de 2009

EL SILENCIO DE LA IGLESIA ANTE LA MUERTE DE VICENTE FERRER


Lazarillo

La santa, apostólica y romana institución no perdona a quienes se van de su aprisco. Aunque sea, como en el caso del ex jesuita Vicente Ferrer, para hacer de su vida un ejemplo de servicio al prójimo más desfavorecido y, por lo tanto, una aplicación cabal del evangelio. Ferrer puso de pie en India, a lo largo de cuarenta años de trabajo, 40.000 viviendas, tres hospitales generales, un centro para enfermos de SIDA, 14 clínicas rurales, casi dos mil escuelas y centros de enseñanza, 120 bibliotecas, miles de pozos de agua, 2.300 embalses y tres millones de árboles frutales.

Por esos frutos se le conoce y reconocerá siempre en la historia de la filantropía como uno de los cooperantes más generosos en su labor que ha dado el pasado siglo y posiblemente el actual. Miles de sus beneficiarios lo despidieron ayer en el sencillo funeral que tuvo lugar en Bathalapalli. Entre los presentes no figuraba ningún Jefe de Estado ni un solo representante de la jerarquía eclesiástica. En cuanto a la Conferencia Episcopal española, la más llamada a pronunciarse habida cuenta la nacionalidad de Ferrer, su silencio resulta todavía más escandaloso, si bien habrá quien lo justifica por el patriótico quehacer que se traía entre manos.

El ríspido Rouco se hallaba muy ocupado en otros menesteres este pasado fin de semana. Su cometido consistió en renovar en el Cerro de los Ángeles la consagración de España al Corazón de Jesús. Anantapur y el Cerro de los Ángeles son dos maneras de entender y vivir el cristianismo, decía muy contemporizador el jesuita Juan Masía en Religión Digital. Desde Cataluña y desde España, uno puede sentirse más próximo a Anantapur con su práctica de las bienaventuranzas que al Cerro de los Ángeles con su aire de corazonismo piadoso-patriótico.

Entre las sinopsis biográficas de Vicente Ferrer leídas estos días, pocas encontré que hicieran referencia a su adolescencia republicana. Militante del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) a los 16 años, Ferrer combatió contra el fascismo en la Guerra Civil. Se enfrentó por lo tanto a los propulsores del nacional-catolicismo, que llenarían de celo represivo unas cuantas décadas de la historia de nuestro país y de cuyas esencias se siguen nutriendo hoy en día celebraciones como la del Cerro de los Ángeles. Por eso me temo que fue mucho más que un escandaloso silencio lo que el ríspido Rouco proclamó en Getafe el pasado domingo ante la muerte de Ferrer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una ofensa, sencillamente.

Anónimo dijo...

LA IGLESIA ESTÁ MUERTE PERO SIGUE TENIENDO PODER.

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