miércoles, 18 de febrero de 2009

SUBMARINOS NUCLEARES MÁS SILENCIOSOS QUE UNA GAMBA


Félix Población

Ocurrió aquí al lado, a la altura de Finisterre y a sólo 360 kilómetros de La Coruña. Acabamos de tener noticia del accidente con un par de semanas de retraso, lo cual -en principio- es como para mosquearse. Resulta que dos submarinos nucleares, uno francés y otro británico, con toda la mar Océano a su disposición, van y chocan como si a uno y otro les hubiera pillado un atasco en una autopista con nivel rojo de retenciones.

No pasó nada, que se sepa, sobre todo si se considera lo que pudo haber sucedido en el peor de los casos, pues cada uno de los submarinos, Le Tromphant y Vanguard, estaba provisto de 16 misiles y 48 cabezas nucleares. El potencial de destrucción de esas armas sería el equivalente a 1280 bombas como la lanzada en Hiroshima.

No obstante, en una colisión de estas características, se podrían haber dado otras consecuencias sobre las que los gobiernos de los países implicados no han dado hasta ahora al Ministerio de Asuntos Exteriores de España la menor explicación, ni el señor Moratinos, que yo sepa, la haya reclamado. El choque podría haber ocasionado una rotura de los motores atómicos, ocasionado un escape de agua radiactiva o de los materiales fisibles que contienen las bombas nucleares transportadas.

Según Ecologistas en Acción, la gravedad de un escape de esas características y la extensión de la contaminación habrían dependido de la dirección de las corrientes en la zona donde ocurrió el choque, con el riesgo de que tal como pasara con la marea negra del Prestige las costas españolas fueran las más afectadas. Mantener en secreto la incidencia durante varias semanas, tal como han hecho los gobiernos francés y británico, contraviene la obligatoriedad que existe en estos casos de alertar al país que más podría sufrir las consecuencias.

Hasta ayer, el ministro de Defensa francés no dio una declaración oficial sobre el accidente. La explicación rechaza cualquier historia acerca de maniobras peligrosas y centra la causa de la colisión en la dificultad de detección que tienen estos submarinos. Son más silenciosos que una gamba, aseguró el señor Morin, en coincidencia con el vicealmirante de la armada real británica McAnally, sin que ninguno de los dos aclare el oceánico azar de que ambos submarinos naveguen a la misma hora y altura por un mismo intinerario.

A mí esta explicación, antes que tranquilizarme, me inquieta. Es como si nos dijeran que al ser poco detectables, estos submarinos pueden colisionar más veces, lo cual deja en evidencia la seguridad de tan poderosas armas de guerra en tiempos de paz. Por eso coincido con lo expuesto ayer por Gabilondo en su comentario del noticiero nocturno en Cuatro:

A falta de información, que nadie ofrece, tenemos derecho a dudar de todo y a temerlo todo. Incluso que pudieron hacernos saltar por los aires. Pero, en todo caso, nos permite preguntarnos una vez más que garantías tenemos los ciudadanos en estas brillantes excursiones militares. De qué enemigos nos protegen tan enormes y costosísimos armamentos. Qué sentido tienen en el mundo de hoy y, ya puestos, si hay armas porque hay guerras o hay guerras porque hay armas. Y avanzando un pasito más, si tan inmensos monstruos de guerra son básicos para la paz o más bien lo son para la industria pesada, química, electrónica, etc. Es decir, si hemos diseñado unas economías que no pueden permitirse el lujo de la paz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya pasó con un submarino nuclear en Gibraltar algo quedó claro. Se ve que España, por su situación geográfica, teine un tránsito marítimo con muchos riesgos, radioactivo o chapapote.

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