martes, 24 de febrero de 2009

LA DIMISIÓN DEL TORERO FERNÁNDEZ BERMEJO


Lazarillo

Durante la última sesión de control al Gobierno, el pasado miércoles, el hoy ex ministro de Justicia Fernández Bermejo pudo advertir la distancia marcada por su presidente en el banco azul. Nadie puede creer que don Mariano y Garzón fraguasen en una montería la conspiración contra el PP de la que este partido se cree víctima porque el juez investiga una trama de presuntas corruptelas PePeras, pero era mayoritario el criterio, en el propio Partido Socialista y sobre todo en las altas instancias del Gobierno, de que la inoportunidad del ministro de Justicia en su cita cinegética, y además sin permiso legal, era susceptible de dimisión o cese.

Por eso, a pesar de la reafirmación de permanecer en su puesto sustentada con énfasis por el propio don Mariano en esa sesión, al día siguiente el ministro llamó por teléfono a ZP para dimitir. No lo aceptó el presidente ni ese día ni el viernes pasado, en el consejo de ministros, cuando el señor Fernández Bermejo se lo volvió a plantear. Sabido esto, suenan mucho más superficiales y retóricos los elogios que el señor Rodríguez Zapatero ha dispensado a su ministro ayer, una vez que la dimisión se ha consumado con manifiesto y contraproducente retraso.

Creo que la dimisión o el cese deberían haberse dado de modo inmediato, sin tiempo incluso para que el Partido Popular se sirviera del fantasioso argumento conspirativo como cortina de humo para tratar de tapar sus presuntas corruptelas. Quizá ZP pensara que con la dimisión o cese del ministro diera al PP mayor cancha para sus especulaciones o que tal medida no era lo más idóneo durante la actual campaña electoral en Euskadi y Galicia, pero estoy por asegurar que ha sido peor postergar esa determinación que haberla tomado desde un principio.

En este sentido me parece un tanto bochornoso que por no haber cesado o dimitido Fernández Bermejo antes de ayer, las últimas palabras de este señor el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados como ministro de Justicia, en la que afirmó que no iba a dimitir, fueran acogidas por los diputados del Partido Socialista al grito de ¡torero, torero!, como si tal proceder fuera digno de tan entusiasta apoyo, cuando lo más probable es que muchos se barruntaran lo que luego ocurrió.

Lo único que pudo haber de cierto en ese grito, para quienes deploramos que un ministro socialista guste de monterías borbónico/franquistas en su tiempo de ocio, es que a los toreros se les llama también matadores y que por matar sin permiso y en inoportuna compañía al ministro de Justicia sólo le cabía hacer lo que al final hizo. Que sea ZP el que ahora casi le grita ¡torero, torero!, después de haber pospuesto esa decisión durante cuatro días, vuelve a poner en evidencia, como en el caso de los señores diputados del PSOE, las servidumbres que impone la política.

RedDIARIO
De una escoba salió un tiro. (Daniel Gavela).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Más que servidumbres yo lo llamaría mezquindades porque con la política lo que se pretende es administrar los bienes que procura el trabajo de los ciudadanos. Mezquindades, Lazarillo, mezquindades.

Anónimo dijo...

Vicent escribio un gran artículo en El País sobre el tema hace un par de domingos.

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