lunes, 1 de diciembre de 2008

¿MATARON A SALVADOR ALLENDE?


Félix Población

El centenario este año del nacimiento de Salvador Allende (1908-1973) ha hecho renacer el interés por una personalidad que nunca ha dejado de tenerlo, no sólo por el calado de su significación histórica y política, de las que dejaría constancia durante su breve y malogrado periodo de gobierno al frente de la Unidad Popular, sino por las incógnitas que todavía no se han despejado acerca de su muerte. (*)

Hace un par de años se editó en Chile Las muertes de Salvador Allende, del profesor Hermes H. Benítez, un libro que entonces tuve la oportunidad de leer por Internet, gracias a la amabilidad de su autor, y que ahora se acaba de reeditar en aquel país con ocasión del informe pericial hecho público el pasado mes de septiembre en torno a la autopsia 2449/73 del Instituto Médico Legal de Chile correspondiente a Salvador Allende Gossens. Según las conclusiones del doctor que lo suscribe, Luis Orlando Ravanal Zepeda, las lesiones descritas en dicho informe no son compatibles con un disparo de tipo suicida: Se constata la existencia de a lo menos dos impactos de bala ocasionados por armas de fuego diferentes, uno que provoca un orificio de salida redondeado en la zona posterior de la bóveda craneana y el otro que hace estallar el cráneo. En el punto cuarto se reitera que el disparo en la región submentoniana no corresponde a una lesión de tipo suicida, por no tratarse de un impacto efectuado a corta distancia, si bien se aconseja en el quinto apartado la verificación de un segundo análisis forense de los restos a fin de establecer con precisión la causa y naturaleza de la muerte.

La disyuntiva homicidio/suicido fue tratada por Benítez en la obra citada con cauto y documentado proceder. Aporta para ello, diseccionando argumentalmente unas y otras teorías, un ágil, sereno y concienzudo talento analítico que estimula el creciente grado de interés por la lectura del libro. Para quienes valoramos a su protagonista como caso ejemplar de coherencia política, dignidad ética, humanidad probada y compromiso absoluto con el honor y el valor hasta la última hora de su existencia, la obra de Hermes H. Benítez representa un alegato inestimable en pro del Allende de carne y hueso que las tópicas mitificaciones, las desmitificaciones pérfidas o los oficialismos hueros y solemnes pretendieron secuestrar de la vívida referencia que ocupa en el memorial de una parte al menos de la ciudadanía chilena.

Deduce el profesor Benítez que el presidente Allende utilizó para matarse una pistola en lugar del fusil que le regalara Fidel Castro y que los golpistas pretendieron hacer pasar como arma suicida. Esa decisión, tras cuatro horas de lucha y después de acordar la salvación de quienes le apoyaron hasta el último instante, da a esa acción final, junto a una dimensión de valor y honor indeclinables, mayor prueba de coherencia con la personalidad humana e intelectual del presidente Allende que la ensalzadora mitificación de un Allende guerrillero, tiroteado, malherido y en combate, capaz de enfrentarse hasta el final con los militares felones asaltantes de La Moneda.

Tres valores individuales cabe resaltar a juicio del autor en esa hipotética decisión última por la que Benítez más parece decantarse: la dignidad del presidente chileno como hombre y líder de la izquierda, la consistencia de sus ideas y convicciones, y su valentía. A esos tres valores hay que añadir otras tres actitudes morales hacia los demás: la compasión por el oprimido, la tolerancia hacia las ideas y creencias ajenas, y el respeto por la vida humana. Todo ello se resume en una cita de Giordano Bruno que oportunamente trae a colación el autor y que muy bien podría haber tenido a flor de labio o de mente Salvador Allende en aquellas trágicas circunstancias: Mucho he luchado. Creí que sería capaz de resistencia. El mero hecho de haberlo intentado ya es algo…No obstante, había en mí algo que yo fui capaz de hacer y que ningún siglo negará que me pertenece, aquello de lo que un vencedor puede enorgullecerse: no haber temido morir, no haberme inclinado ante mi igual y haber preferido una muerte valerosa a una vida en sumisión.

Con ocasión de la publicación el pasado 9 de septiembre del informe del doctor Ravanal, que desestima la versión oficial del suicidio, se dieron en Chile reacciones tan expeditivas de rechazo como la de la propia Isabel, hija del presidente socialista, que calificó de absurda e incapaz de resistir el menor análisis la conclusión del reputado medico forense. Para Hermes H. Benítez, sin embargo, no tiene nada de sorprendentes esas reacciones si se considera que la versión oficial fue definitivamente cerrada en septiembre de 1990, a pesar de que nunca se hizo una concienzuda investigación que permitiera establecer fundadamente las verdaderas causas inmediatas de aquel hecho. Si el doctor Patricio Guijón mostró también un rotundo menosprecio al descalificar el informe de su colega Ravanal, Benítez estima como pobre sucedáneo la identificación llevada a cabo en el cementerio de Santa Inés de Viña del Mar, a cargo precisamente del doctor Jirón en la medianoche del 17 de agosto de 1990 y sin las mínimas exigencias científico-forenses.

El autor de Las muertes de Salvador Allende sostiene que no pueden ser simplemente descalificadas o desechadas las conclusiones del doctor Ravanal Zepeda, sino incorporadas al debate en curso. De ahí que el profesor Benítez aporte ese informe como anexo y lo interprete como posibilidad en la segunda edición de su obra. Está en juego dilucidar la verdad de una muerte, sea cual sea la última palabra que determine la causa de la misma. Es lo más consecuente con una vida tan honrosamente verdadera: desvelar por fin qué acabó con el último aliento de su lucha.

(*) Últimos libros publicados sobre Salvador Allende:
Salvador Allende: Presencia en la ausencia, de Miguel Lawner, Hernán Soto y Jacobo Acharán (eds.): LOM Ediciones.
Fórmula para el caos. La caída de Salvador Allende (1970-1973), de Luis Alberto Moniz Bandeira, Madrid, Editorial Debate,
Compañero Presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo, de Marió Amorós, Valencia, Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2008.
Salvador Allende. Biografía sentimental, de Eduardo Labarca, Santiago, Catalonia, 2007.
Allende en persona, de Miguel Labarca, Santiago, ChileAmerica CESOC, 2008.
Allende. El hombre y el político. Memorias de un secretario privado, de Ozren Agnic, Santiago, Ril Editores
Las muertes de Allende, de Hermes H. Benítez, reedición 2008, Santiago, RIL Editores.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me temo que esa será otras incertidumbres que nunca se despejarán del todo. Es muy penoso porque como dice en el artículo, Allende era sobre todo la verdad y la coherencia llevada hasta sus últimas y en este caso fatales consecuencias.

Toni Perico dijo...

Lo importante de la gente es su vida, no su muerte.

A mi me da igual si lo mataron o se suicidó, porque para el caso viene a ser lo mismo, ya que en todo caso debia ser un suicidio forzado. Lo importante fue su vida: ejemplar.

Ya que se comenta el caso de Allende...¿que pasaria si unos golpistas llegasen a la Comunidad de Madrid y le pidiesen a la Espe que se rindiese?. Creo que ni la matarian (porque se rendiria) ni se suicidaria.

Anónimo dijo...

No es el dilucidar cómo murió lo que más interesa, sobre todo al lado de una vida tan digna como la suya, pero sí deja entrever las carencias de una investigación sobre una de las personalidades más importantes de América Latina.

Anónimo dijo...

Por mi interés por Allende, os agradezco la referencia de obras que hacéis en el post. Varias me parecen muy interesantes. Gracias, un saludo.

Anónimo dijo...

NUNCA ME CREÍ EL SUICIDIO DE ALLENDE. POR ESO ESTA INVESTIGACIÓN MEREC TODO EL RESPETO. LA PENA ES QUE ALLENDE ES RECORDADO MÁS POR LOS CIEN AÑOS QUE POR SU OBRA. NO DEJÓ MUCHA.

Anónimo dijo...

Muy bueno, tío.

Roberto de Chile dijo...

POLÉMICA EN TORNO AL LIBRO DE EDUARDO LABARCA SOBRE SALVADOR ALLENDE

En Moscú, en la fiesta de Año Nuevo organizada en la embajada de Chile me encontré con el conocido cineasta chileno Sebastián Alarcón. En un momento de nuestra conversación acerca de los últimos sucesos de la vida cultural en Chile, Sebastián me contó que había leído con enorme interés el libro de Eduardo Labarca, titulado “Salvador Allende.Biografía Sentimental”. Y me comentaba que Eduardo Labarca presentaba en su obra la imagen de Allende no solo como político sino también como ser humano, revelando facetas poco conocidas suyas.
Sin embargo, existen juicios de otra naturaleza sobre este libro. Ozren Agnic, quien escribió también un libro sobre Allende, critica ácidamente la creación de Labarca. Sus consideraciones fueron difundidas en publicaciones electrónicas en español.
Esta polémica nos ha interesado, además, porque Eduardo trabajó, en los años del régimen de Pinochet, en nuestra emisora, (entonces Radio Moscú, hoy “La Voz de Rusia”) y fue uno de los autores del popular programa “Escucha Chile”.
La interesante entrevista hecha a Eduardo Labarca que presentamos en nuestra página electrónica no significa que, las opiniones expresadas en ella coincidan, completamente, con las nuestras. Pero sí nos gustaría recibir la de nuestros oyentes y usuarios de Internet (kosichev@ruvr.ru) que tuvieron ya la posibilidad de leer esta obra de de Eduardo Labarca, “Salvador Allende.Biografía Sentimental”.
Leonard Kosichev
Periodista
“La Voz de Rusia”

Eduardo Labarca responde a Ozren Agnic
acerca de su biografía de Salvador Allende


Pregunta: ¿Leyó los ataques que le lanza Ozren Agnic, ex secretario de Salvador Allende?
Respuesta: Los leí cuando los subió a la Internet a comienzos de 2008, en los mismos días en que publicó un libro sobre Allende. El mío había aparecido varios meses antes.
P: ¿Y leyó ese libro de Agnic, Allende: el hombre y el político. Memorias de un secretario privado?
R: Sí, he leído todos los libros sobre Allende.
P: ¿Qué le pareció?
R: Prefiero no hacer comentarios.
P: ¿Conoce a Agnic?
R: Lo conocí en los años 60, cuando era uno de los secretarios de Salvador Allende en el Senado y yo cubría las informaciones políticas como periodista.
P: Agnic lo acusa de “oscuros propósitos”, de un “segundo asesinato” del ex Presidente, de “destruir la imagen de Allende”. Lo trata 31 veces de “mentiroso” y “embustero” y le dice “mercader de las letras”, “mercachifle”, “mercantilista”, “falaz”, “calumniador”, “ignaro”… ¿Qué le responde?
R: Nada. Las groserías no tienen respuesta.
P: Pero esos textos siguen en la Internet.
R: No sabía. La Internet aguanta todo. Navego poco en la red.
P: Le ofrezco la posibilidad de responderle en esta entrevista.
R: A quien me insulta gratuitamente no tengo nada que responderle. A usted sí.
P: Agnic lo acusa de atribuirse un título de abogado que no tiene.
R: Juré como abogado en noviembre de 1969, hace 40 años, y ejercí algún tiempo. Negarme esa calidad constituye injuria y, además, imputación de ejercicio ilegal de una profesión, lo que es calumnia.
P: ¿Por qué no se querella?
R: Un amigo abogado me ofreció hacerlo. Estaba seguro de conseguir una condena y una indemnización contundente. Le di las gracias, pero rechacé el ofrecimiento. No me veo a mí mismo enjuiciando a alguien por un delito de expresión, por muchas barbaridades que diga.
P: Agnic sostiene que usted miente cuando dice haber tenido desde niño cercanía con Salvador Allende.
R: Mi cercanía con Allende pasó por diversos grados y etapas. Se inició en 1950, cuando mi padre comenzó a colaborar estrechamente con él. Yo tenía once años, Allende venía a nuestra casa, yo lo llamaba “tío”. Después participé en sus campañas y frecuenté las sedes de sus comandos. Tuve con él momentos de mucha proximidad, especialmente en 1966 en Cuba, adonde viajé como representante juvenil, primero a la Conferencia Tricontinental y luego a la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, la OLAS. En ambos casos la delegación chilena estaba formada por unas ocho personas y Allende era el dirigente más destacado. Convivíamos a lo largo de dos semanas: durante los vuelos, que tenían que ser por Europa vía Praga, y en los hoteles, encuentros y reuniones, desde el desayuno hasta la noche. En 1969 volví cuatro meses a La Habana como corresponsal de El Siglo. Por esos días Allende pasó un mes en Cuba a la espera de que se despejara la designación del candidato de la Unidad Popular. Estaba muy solo y me invitaba casi diariamente. De ese tiempo data la foto en que aparecemos en traje de baño en un yate. Vino la campaña presidencial de 1970, que está reflejada en mi libro Chile al rojo. Viajé como periodista con Salvador Allende en el avión presidencial a Ecuador, Colombia y Perú, y después a Buenos Aires a la toma de posesión del Presidente Cámpora.
P: Agnic sostiene que usted miente al decir que fue director de El Siglo.
R: Falso. Nunca lo he dicho. Cuando leí esa afirmación en el diario La Tercera, la desmentí por escrito. Pero el error sigue apareciendo.
P: Agnic afirma que fue “pillado en la mentira`” de haber escrito el diario apócrifo del general Carlos Prats.
R: Falso. Nadie me pilló. El asunto estaba olvidado cuando yo, treinta años más tarde, revelé mi participación en ese episodio, que hoy lamento. Sin mi confesión espontánea, nadie habría conocido el origen del libro. Me lancé a la piscina vacía por motivos de conciencia y eso tiene su mérito. No conozco a nadie que en Chile haya hecho algo parecido. La revelación sólo me ha acarreado problemas, entre ellos los insultos de este señor. Pero no me arrepiento.
P: Agnic dice que usted quiso descargar su responsabilidad sobre Volodia Teitelboim.
R: Ante las hijas de Prats, el comandante del Ejército general Cheyre y ante la prensa asumí toda la responsabilidad. A Volodia no lo nombré, pero algunos periodistas dedujeron una relación. Volodia murió, dejémoslo tranquilo.
P: Agnic lo acusa de haber recibido “jugosos dividendos por derechos de autor” del libro apócrifo de Prats.
R: ¡Ridículo! Fue una acción encubierta, mi nombre no figuró para nada. Sólo dos o tres personas conocían mi participación, la editorial mexicana no tenía idea. ¿Qué derechos podían pagarme? Más tarde, también me excusé ante esa editorial.
P: Según Agnic usted ha echado mano “de las deleznables declaraciones postgolpe de Eduardo Frei Montalva”.
R: Falso. No recuerdo esas declaraciones, ni las he mencionado en mi libro ni en ningún otro lugar.
P: Llegamos a su padre, Miguel Labarca, amigo y colaborador íntimo de Allende. Agnic afirma que usted lo ha deshonrado, que “debe estar revolcándose en su tumba” ante la “truhanería de su hijo”.
R: Lo que hace mi detractor aprovechando que mi padre falleció hace veinte años y hoy no tiene voz, es de muy mal gusto. Pero se equivoca. Mi padre ha vuelto a hablar y lo ha hecho en un libro póstumo que acabamos de publicar en Chile. Ese libro, Allende en persona, contiene páginas hermosas y profundas sobre la vida sentimental de su amigo Salvador.
P: Hemos llegado al tema que más indigna a Ozren Agnic: que usted haya escrito sobre la vida amorosa de Allende. Dice que “miente, o acoge como suyas, mentiras de otros acerca de supuestas amantes del Presidente”.
R: Salvador Allende no era un simple particular. Fue seguido por millones de chilenos. Decenas de miles perdieron la vida, padecieron la tortura o marcharon al exilio por haberse incorporado a su proyecto. Han transcurrido 35 años desde su muerte y un siglo desde su nacimiento, tiempo suficiente para que las nuevas generaciones tengan derecho a conocer en toda su complejidad a este grande de nuestra historia. Yo sé que el asunto no es sencillo, pues siguen vivos ex ministros y colaboradores, su viuda, sus descendientes. Subsiste una generación de allendistas nostálgicos y, a la vez, muchos jóvenes de hoy lo idealizan. Flota la tentación de construir la imagen de un Salvador Allende perfecto y sin tacha, marido y padre ejemplar, político abnegado, generoso, superhombre visionario, un santo sin carne y sin sangre, una estatua. Al escribir he tenido en cuenta esas sensibilidades, sin por ello renunciar a mostrar al Allende verdadero. Esa verdad enfurece a mi detractor, que en aras de un supuesto “allendismo” cree tener derecho a imponer lo que los ciudadanos de hoy y de mañana deberían saber de Salvador Allende y sobre todo lo que no deberían saber.
P: ¿A qué generación pertenece usted?
R: A la generación siguiente a la de Allende. Trabajé mucho en sus campañas y durante su gobierno, lo hice desde las filas comunistas, sin incondicionalidad. Mantenía cierta distancia, lo que me ha permitido combinar mis conocimientos privilegiados con una perspectiva objetiva. Como periodista yo “conocía a todo el mundo” y “sabía lo que pasaba” en las alturas allendistas. Las personas cercanas a Allende me tenían y siguen teniendo confianza, lo que se demostró durante la preparación de mi libro. Un centenar de personas hablaron conmigo sin tapujos, contentas de no tener que llevarse los recuerdos a la tumba. Las cartas de amor de Allende que reproduzco no me cayeron del cielo: me las entregaron voluntariamente.
P: ¿Habló con Ozren Agnic?
R: No. No consideré necesario hacerlo… Los contactos mencionados tuvieron carácter urgente por tratarse de personas de edad avanzada, algunas muy ancianas. De mis entrevistados varios han muerto después de publicado el libro, como el empresario “rojo” Julio Donoso; el director de protocolo Lucio Parada; Renato Bussi, hermano de Hortensia; Carmen Lazo, la “Negra”; la actriz Marés González; Andrea Morales, hija de Eliana Vidal, y probablemente otros sin que yo lo haya sabido. Los testigos están desapareciendo y después de mí no quedará nadie con los recuerdos, las conexiones, la capacidad y la decisión de mostrar ciertos aspectos esenciales de la vida de Allende. Ergo, el libro había que escribirlo ahora o nunca.
P: ¿Abordó el tema de los amores “a la caza de una inmerecida y espuria fama literaria”, como dice Agnic? ¿“Al servicio de su propio bolsillo”, como él afirma?
R: En absoluto. Me interesaba mostrar a Allende en su plenitud. Los lances amorosos de Allende se hallaban indisolublemente unidos a su accionar político y solían tener lugar a la luz pública. Todos los que lo rodeaban estaban al tanto. Salvador Allende brindó su devoción a algunas de las mujeres más bellas e inteligentes de su tiempo, comenzando por su esposa. La pretensión de separar al Allende seductor de multitudes del Allende seductor sentimental entraña una amputación arbitraria que quiebra la unidad psicológica del ex Presidente y adultera la esencia de su vida pública y privada. Cualquier tentativa de falsear la imagen de Salvador Allende, de administrar su memoria como coto privado, de esconder bajo la alfombra, por afanes de moralina, los aspectos “inconvenientes” de su vida, es simplemente absurda e hipócrita. Allende pertenece a la Historia de Chile y no tiene dueños.
P: Ozren Agnic dice que usted no posee ni “un ápice de caballerosidad”, que “no vacila en dañar la honra de mujeres vivas y muertas”, sin considerar “que tras esas mujeres hay descendientes y colaterales, irreversiblemente dañados por sus mentiras”.
R: ¡Qué beatería! ¿A quién va a dañar “irreversiblemente” que se sepa que su madre o su abuela tuvo amores con un personaje de la Historia? Esas mujeres se enorgullecían de pasearse del brazo de Salvador Allende y a él le encantaba pavonearse con ellas.
P: Pero Hortensia Bussi, la viuda, está viva. Según Ozren Agnic, usted la trata de “intencionadamente sorda y ciega, calculadora e insensible”, y a ella y las hijas las “victimiza”.
R: Esos calificativos no aparecen en mi libro. Al contrario. Pongo de realce las cualidades de Hortensia Bussi y de las tres hijas. Esperar el fallecimiento de su viuda habría equivalido a rondar como el chacal que aguarda la muerte de su presa. Además, nadie puede asegurar que yo vaya a sobrevivirla. Al transparentar situaciones que muchos conocieron, mi libro pone fin a la maledicencia y los murmullos, y honra a Hortensia Bussi. Después de su publicación, el cariño y el respeto hacia ella no han disminuido en absoluto. En los años transcurridos desde la muerte de Salvador Allende, Hortensia Bussi ha sabido ganarse un sitial perdurable.
P: Ozren Agnic niega validez a las “conversaciones confidenciales” que usted cita.
R: El libro lleva mil cuatrocientas notas de pie de página en las que indico las fuentes. Sin embargo, en ciertos casos he estimado conveniente proteger la identidad de mis interlocutores. Es un recurso legítimo en el periodismo y las investigaciones de historia contemporánea.
P: Ozren Agnic lo acusa de afirmar que Allende “habría profitado de su posición de senador y Presidente” para efectuar negocios.
R: Falso. Jamás he insinuado tal cosa. Lo que hubo es que a lo largo de su vida parlamentaria Allende participó en varios negocios perfectamente legítimos, como los bares lácteos, la empresa Sochildico que distribuía las películas de la URSS de entonces y la venta de productos agrícolas chilenos a Cuba, para gran satisfacción de los agricultores nacionales. La primera fase de los negocios de Allende con Cuba está descrita en el libro de Julio Donoso que yo cito.
P: Según Agnic usted atribuye también a Allende “la calidad de socio” del llamado Piso 13, la tienda de lujo creada por Donoso.
R: Falso. Digo que era visitante asiduo, que no es lo mismo.
P: Ozren Agnic sostiene que el departamento que Allende tenía en la calle Bueras era una oficina y no un nido de amor.
R: Falso. Allende lo usó para citas amorosas durante tres décadas. Eso lo sabían todos en el círculo íntimo y los vecinos del edificio. El plano que figura en el libro, trazado por una arquitecta con quien visité el lugar, se basó en la descripción de dos personas que estuvieron allí en aquellos tiempos y del antiguo cuidador y actual ocupante.
P: Agnic asegura que Allende no durmió allí la noche de su triunfo.
R: Después de la celebración del triunfo en la sede de la Federación de Estudiantes de Chile, Allende pasó por lo menos una parte de esa noche con “alguien” en Bueras. Mi encuentro con el guardaespaldas Mario Melo en la puerta de ese edificio fue real y la llegada de Allende de madrugada a la casa de mis padres, a pocas cuadras, me la relató mi madre.
P: Ozren Agnic lo critica por haber escrito que la peruana Blanca Barreto fue la “primera amante de Allende”.
R: No existe tal afirmación en el libro. La hermosa relación del niño Salvador con Blanquita, siete años mayor que él, se desconocía hasta la publicación de mi libro. Esa relación se extendió hasta la muerte de Blanca en 1972 y constituye una historia bella, que merece respeto.
P: Según Ozren Agnic, usted denigra a Leonor Benavides, Inés Moreno, Viola de Ortega, Marés González, a la anónima “Negrita”…
R: ¡Al contrario! Presento en forma documentada, respetuosa y elevada la relación que en distintas etapas existió entre Allende y esas mujeres excepcionales. A todas las conocí y para escribir el libro hablé con ellas o busqué a los descendientes de las que habían fallecido. Cada una de esas mujeres le dio mucho a Salvador Allende y él le dio mucho a cada una. También destaco a las actrices Sarita Walsh y Eliana Vidal, a la cubana Laurita San Antonio, a las colombianas Eugenia Valencia, que fue amiga de mis padres, y Gloria Gaitán, amiga mía. Gloria fue la confidente de Salvador Allende en sus últimos meses de vida. Me refiero asimismo a la notaria Alina Morales Tórtora, que le regaló el cubrecama en que fue envuelto su cadáver, y por supuesto a la Payita.
P: Por abordar la relación con esas mujeres, Agnic lo acusa de presentar a Allende como un hombre “obediente al susurro de las amantes”.
R: Esa imagen no figura en mi libro. Allende nunca se dejó manejar por las mujeres. De sus páginas emerge humanizado y engrandecido.
P: Ozren Agnic objeta la autenticidad de las cartas y esquelas de amor de Salvador Allende que usted menciona. ¿Puede demostrar su veracidad?
P: Todas las cartas y tarjetas que cito y los facsímiles que reproduzco son de puño y letra de Allende. Los tengo digitalizados.
P: ¿En qué basa la descripción del cumpleaños de Beatriz Allende en Cañaveral, casa de la Payita, el 8 de septiembre del 73, tres días antes del golpe militar? Agnic dice que no existió tal celebración.
R: Me baso en un testimonio oral y en los relatos publicados por Ángel Parra, que animó la fiesta, y Ulises Estrada, entonces consejero político de la embajada de Cuba, que estuvo invitado.
P: Agnic lo ataca por haber afirmado en una entrevista que “Allende fue un buen candidato pero un presidente regular”. ¿Qué quiso decir con eso?
R: Que Allende, político eminente y gran seductor, supo conquistar al pueblo de Chile en forma magistral. Pero una vez en el gobierno, no logró controlar a su propia gente y la situación se le escapó de las manos, con el final que conocemos. No podemos responsabilizarlo sólo a él: la Unidad Popular era una coalición muy problemática.
P: Pero no se puede olvidar la intervención de Estados Unidos y la CIA, que Agnic recuerda.
R: Desde el momento en que la UP se proponía nacionalizar el cobre, los bancos y otras empresas, la intervención norteamericana y la conspiración de la derecha eran previsibles. Como decimos los abogados, constituían “datos de la causa” que había que tomar en cuenta. Allende y la UP sólo podían tener éxito si lograban contrarrestar esa intervención. Lamentablemente no lo consiguieron, a pesar del profundo sentido de justicia del programa y las medidas que se aplicaron.
P: ¿Cómo se explica usted la actitud de Agnic?
R: A algunas víctimas de regímenes dictatoriales se les contagian las actitudes de la dictadura. Al regresar la democracia, prefieren el insulto al debate de ideas. Mi detractor pretende prohibir el análisis de las causas de la derrota y la descripción de aspectos de la vida de Salvador Allende que para él parecerían ser “pecado”. Es la imposición de dogmas y la condena a quienes se atreven a decir la verdad. Es un intento de falsificar la historia por las dos vías que definieron los romanos: Suggestio falsi, supressio veri, vale decir, falsificar los hechos y ocultar la verdad. Eso no es progresista, es reaccionario y se llama fundamentalismo.
P: ¿Ve alguna otra razón en los ataques de Ozren Agnic?
R: Tal vez pensó que insultándome daría visibilidad a su propio libro. Pero no me atrevo a asegurarlo, no soy psiquiatra.

Anónimo dijo...

Determinar si Salvador Allende se suicidó o no es de una importancia muy grande en Chile. Eso lo saben los que lo mataron y lo saben los que han profitado del gobierno en su nombre luego de escamotear la lucha de los chilenos en contra de Pinochet.
Los victimarios saben que en el metalenguaje, en el sobreentendido de la tesis del suicidio, hay un desprecio, una especie de cobardía de parte de Allende, que se niega a enfrentar su responsabilidad ante el país y se mata. Es decir una acusación de cobardía. Quieren evitar que Allende aparezca como el héroe que fue, que cayó en combate desigual en contra de los golpistas, actitud que lo acerca a los héroes nacionales como Arturo Prat que salta sólo a la cubierta del barco enemigo en una actitud "suicida" pero valerosa; una actitud de no rendirse. Los que insisten en que Allende se suicidó intentan de esa manera asignarle también una actitud de rendición. Allende se dispara un balazo porque fracasa, se rinde, y demuestra su cobardía...
Esa es nuestra mentalidad y los victimarios lo saben. Pinochet fue el principal propagador de la tesis del suicidio y es especialmente grotesco que la hija de Allende se sume a esa mentira. No sorprende ya que si Isabel Allende ha sido cómplice de los gobiernos de la Concertación que llevaron a Chile a lo que es hoy, un país que no nos pertenece a los chilenos, sino que a consorcios trasnacionales, un país en que hay una minoría enriquecida y una mayoría de pobres y que ha realizado completamente la "utopía" de Pinochet y no ha cambiado ninguna de sus leyes radicalmente, que no ha examinado seriamente el pasado reciente y que es una mala imitación de la "transción" en España, es completamente coherente de su parte que niegue que a su padre lo asesinaron los mismos que se beneficiaron del golpe. Si Isabel Allende ha asumido como suyos todos los planteamientos de Pinochet en economía y en política deteniéndose y no muchas veces, sólo ante la represión y terror brutal, es -como decimos - completamente coherente con su "indignación" por la aparición de dudas en torno a la muerte de Allende.

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