lunes, 10 de noviembre de 2008

LA CEBADA CRECÍA MÁS ALTA Y VERDE EN LA TIERRA DE LOS MUERTOS


Félix Población

El reportaje de Diego Barcala ayer en Público se iniciaba con esa frase. Aludía a las víctimas del franquismo en Torquemada (Palencia, no Valladolid), la noche del 9 de septiembre de 1936, fusiladas en un paraje de la localidad de Santoyo, identificable durante décadas por las pujantes características del cereal.

Esa noche quedaron huérfanos de padre y madre 14 niños del pueblo y 80 perdieron a su progenitor. La lista de asesinados la encabeza el alcalde socialista de Torquemada, Todomiro Civera Aldeolmillos, seguido de varios concejales, muchos jornaleros y hasta el adolescente que repartía el periódico del Frente Popular, conocido por el sobrenombre de El Mendico.

Trabaja en el reconocimiento de los restos desde hace apenas un mes un médico jubilado, el doctor Albano de Juan, cuyas únicas herramientas para tan minuciosa labor son un cepillo de dientes, con el que limpia los huesos, una lupa, un atlas de anatomía y unos tubos de cola para recomponer cada esqueleto. Cuenta el reportero que el doctor sustituye la precariedad de medios con la evocación de las víctimas, preguntándose por sus últimos pensamientos, si se arrepentirían en el último instante de sus ideas o si las sustentarían hasta el final con el orgullo de defender la legalidad constituyente.

Gracias a su trabajo se sabe que uno de los fusilados tenía un brazo roto, que alguno superaba los 70 años, que El Mendico no pasaba de los 16 y que varias calaveras registran el orificio de dos últimos disparos de gracia. Dado que nadie quiso en principio hacerse cargo del entierro de las víctimas, los cadáveres permanecieron dos días abandonados en la cuneta, facilitando ese retraso la ubicación precisa de lugar y el reconocimiento por parte de los lugareños de la Tierra de los Muertos.

Vicenta Hilario tenía sólo seis años cuando vio pasar a su padre, el pastor Clementino, afiliado al Partido Socialista, subido al camión que lo condujo a la fosa de Santoyo. Dice su hija Isabel que esa imagen y el recuerdo del abuelo no se han borrado nunca de la memoria de su madre. Si se les pregunta por cuáles pueden ser los restos de Clementino, la respuesta es la más idónea para quienes han pasado 70 años juntos: A estas alturas todos son tu abuelo.

Tanto Vicenta como Isabel están dispuestas a abonar los 600 y hasta los 3000 euros que puede costar la identificación de Clementino a través de las correspondientes pruebas de ADN. No se entiende que ahora esté a merced de esa disponibilidad familiar el reconocimiento de las víctimas cuando hace cinco años el entonces portavoz del grupo socialista, señor Caldera, solicitó que se acordara una ayuda de un millón de euros para esa labor, cantidad de la que nunca más se supo después de más de cuatro años bajo la presidencia de ZP.

Sería vergonzoso que un Estado democrático y un gobierno como el actual ignorasen la feraz lección de reconocimiento y memoria que durante cuarenta años de dictadura ha dado con su elocuente silencio el paisaje castellano a la Tierra de los Muertos. Si allí la cebada creció más alta y verde, una democracia que se precie de serlo debería no sólo identificar sino honrar a quienes perdieron su vida por dar raíces de libertad a lo que somos. Olvidarlos sería tanto como haber promovido una democracia sin raigambre. Todo un riesgo en un país donde siempre ha costado tanto que esa semilla prosperase en altas y verdes cosechas de tolerancia.

RedDIARIO
Una nieta de Juan Negrín denunciará a los jueces que paralizaron la apertura de fosas de la Guerra Civil. (ADN).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un millón de euros de demagogia.

Anónimo dijo...

Me ha gustado vuestro artículo. Enhorabuena.

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