viernes, 17 de octubre de 2008

NAZISMO, IGLESIA Y MÁRTIRES


Lazarillo
Ya que el ríspido Rouco sigue empeñado en que los españoles hagamos memoria, el cardenal arzobispo de Madrid ha vuelto a provocar al personal para que éste tenga a bien consultar las hemerotecas y los libros de historia. Sus palabras de hace unos días en este sentido bien merecen el recurso a la imagen, el más expeditivo sin duda para desmentir y dejar una vez más en evidencia de qué parte estuvo El Vaticano cuando el simple gesto del brazo en alto al frente y con la mano extendida era toda una proclama de fidelidad.

Dijo Rouco el pasado miércoles en la propia sede de la católica y apostólica iglesia romana: El Estado moderno, en su versión laicista radical, desembocó en el siglo XX en las formas totalitarias del comunismo soviético y del nacional-socialismo.

De inmediato, y con la diligencia que facilita una documentación de sobra conocida, los medios de información apelaron a testimonios gráficos que, como el que ilustra este comentario, rebaten sobradamente la mendaz afirmación del purpurado. Entre ellos, el de haber suscrito la iglesia de Roma en 1933 un concordato, del tipo del que aquí en España seguimos purgando, firmado por el pontífice Pío XII y el canciller nazi Franz von Papen. Como el que El Vaticano acordó con Franco, tal documento legitimó en su día a uno y otro régimen, con la particularidad de que en este país todavía colea con la mantenencia de los privilegios que la iglesia católica sigue teniendo en sus relaciones con el Estado.

Pues bien, y dado que transcurridos setenta años del fin de la Guerra Civil y treinta desde la aprobación de la actual constitución democrática, el juez Garzón ha abierto una causa contra la represión franquista por la ejecución sistemática de sus enemigos políticos entre 1936 y 1952, el secretario del ríspido Rouco, monseñor Camino, se ha servido de la presentación de un libro santo para anunciarnos unos cuantos de centenares de beatos más a cargo de la persecución sufrida por la iglesia en los años treinta del pasado siglo. La sangre de de los mártires es el mejor antídoto contra la anemia de la fe, ha dicho el prelado.

Debemos recordar al respecto, tal como hacía no hace mucho en un artículo el catedrático de Historia Contemporána Julián Casanova, que la oleada de violencia anticlerical que afectó a la españa republicana tras la sublevación franquista del 18 de julio de 1936 enterró en el tiempo la represión de los vencedores sobre los vencidos. El Vaticano nunca expuso su rechazo a la actitud de la iglesia católica durante la contienda y el franquismo al lado de los represores, brazo en alto y por la gracia de Dios.

Monseñor Martínez Camino, con tal de ser graciable con la verba de su jefe, parece dispuesto a mostrar todo lo contrario a fin de colaborar en la anemia de la fe en una iglesia ajena al espíritu de paz, piedad y perdón por el que clamó don Manuel Azaña, un laico de pro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La iglesia es una puta muy provocadora...

Anónimo dijo...

Muy bueno el colofón del artículo, Félix, seguiremos leyéndote como desde que te encontramos.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo, Lazarillo.

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