lunes, 14 de julio de 2008

MARIO VARGAS, LAURA BONILLA Y LOS MILAGROS DE LOURDES


Félix Población
Por más que disienta con don Mario, a quien siempre seguiré admirando por su literatura, no dejo de leer los artículos que regularmente publica en el diario El País, para certificar quizá -sobre todo desde que algunos gobiernos de América Latina no se ajustan a su ideario- como la pluma del señor Vargas viene perdiendo el tino, ya sea en el encomio o en el denigro.
El artículo de ayer, obviamente, no podía tener otro argumento que la feliz liberación de Ingrid Betancourt y catorce rehenes más en poder de las FARC. Para el señor Vargas Llosa, tal como cabía esperar, el presidente colombiano es el verdadero héroe de la operación, cuya conclusión política más reseñable es la lucidez de visión y el coraje de ese gran estadista latinoamericano, el primer gobernante colombiano que, enfrentándose para ello no sólo a sus naturales enemigos -la guerrilla terrorista, el extremismo antidemocrático, los comunistas, Cuba, la Venezuela de Chávez y la internacional de tontos útiles al servicio de la revolución para América Latina-, sino también a los partidos y gobiernos democráticos de buena parte del mundo que lo demonizaron y acosaron sin descanso todos estos años, ha demostrado en los últimos meses que las FARC no eran invencibles, ni siquiera populares, y que podría ser militarmente derrotadas, con el beneplácito y la resuelta colaboración del pueblo colombiano.

Es evidente, como la larga cita hace notar, que en esta ocasión don Mario se marcó un ejercicio servil del ditirambo a destajo para mayor gloria del presidente Uribe I, a quien también celebra como héroe en la lucha contra el terror, sin menoscabar en lo más mínimo la libertad de prensa, la independencia del poder judicial, la oposición parlamentaria y extraparlamentaria, y haciendo al mismo tiempo un esfuerzo continuo para desarmar a las fuerzas paramilitares y combatir la corrupción.

A fin de contrarrestar tamaña capacidad de falseamiento y lisonja, impropias de quien por inteligencia y capacidad crítica debería mantener una cierta equidad y dignidad en sus apreciaciones, conviene recordar que una mayoría de los
treinta mil ciudadanos colombianos desaparecidos y la totalidad de los 2.245 sindicalistas asesinados entre 1991 y 2006 (más de 200 siendo Uribe presidente) se deben al terrorismo paramilitar que, tal como dice la politóloga Laura Bonilla, ha conseguido en diez años lo que la guerrilla no ha logrado en cuarenta: expandirse por las áreas más pobladas del país y cambiar radicalmente el mapa político nacional mediante el control que ejercen en las instituciones públicas y la suplantación del papel del estado en algunas regiones. Hasta 64 congresistas están siendo investigados al respecto por la Corte Suprema de Justicia, cifra que Bonilla calcula que puede ascender a 86.

Para
Laura Bonilla, siendo las FARC un problema grave y la liberación de los rehenes un hecho por el que sentirse sin duda muy felices, no es bueno que se conviertan en asuntos prioritarios, porque enmascaran la necesidad que tiene Colombia de consolidar unas instituciones democráticas que están completamente destrozadas. Si esto sigue así, y yo creo que va a ser muy difícil revertir la situación con la popularidad que ha alcanzado el presidente, en cuatro años no podremos decir que la democracia ha avanzado en Colombia. En este sentido sería catastrófico para el país un nuevo mandato del presidente Uribe, del que Bonilla nos recuerda una secuencia de su pasado: fue creador de las Convivir, uno de los sustratos del paramilitarismo, y trabajó con militares acusados de crímenes de lesa humanidad en un departamento que contabiliza la mitad de las miles de víctimas colombianas.

Para evitar la posibilidad del que sería un tercer mandato de don Álvaro quizá sea providencial la reciente visita de Ingrid Betancourt a Lourdes, cuyo rector por cierto
parece obrar milagros con sus emolumentos. Ya que la otrora aspirante a la presidencia de Colombia ha visitado el mirífico santuario para agradecer la mediación divina en su liberación, es muy posible que pueda contar con los favores del cielo para sustituir a su heroico libertador. A su favor tiene no sólo la buena salud demostrada estos días atrás con una movida agenda de viajes y recepciones, sino los efectos mediáticos desprendidos de la misma sobre sus conciudadanos. Mucho mejor esta alternativa que apostar por el ministro de Defensa de don Álvaro, por quien se decanta Vargas.

Y en cuanto al grado de credibilidad que me pueden merecer las opiniones de don Mario y las de doña Laura, siempre son de preferir las de quien como la señora Bonilla hubo de plegarse a la recomendación
de la organización humanitaria Nuevo Arco Iris, que le aconsejó abandonar Colombia porque por su libertad de expresión -la que Vargas celebra- se estaba jugando la vida.

RedDIARIO
La mafiocracia colombiana. (Carlos Fazio, La Jornada).

4 comentarios:

Small Blue Thing dijo...

Por más que disienta con don Mario, a quien siempre seguiré admirando por su literatura, no dejo de leer los artículos que regularmente publica

... pues qué ganas, don Félix.

Anónimo dijo...

Gente como Vargas, a la que literariamente admiro, me hace reaccionar cuando sostiene una opinión tan interesada, que tanto dinero le vale, y es tan contraria es a la mía. Si su firma no estuviera al pie, es seguro que mi capacidad de reacción no sería la misma. En el fondo quizá es que me cuesta admitir que escribiendo tan bien sea tan miserable. Saludos, small blue thing, y muchas gracias por tu seguimiento.

Anónimo dijo...

Suena bien eso de Vargas, Vargas dice, Vargas afirma, este Vargas es un facha intelectual pero a veces mete patadas de concordancia como en el artículo que se comenta.

Anónimo dijo...

A mí me pasa lo que a Félix, siempre compro El país cuando escribe Vargas Llosa, su hipocresía me "motiva" para saber de qué lado estoy, si del de quienes vienen mandando en el mundo todo este tiempo, y así está América Latina, o del bando de los que pretenden cambiar eso gracias a las urnas. Y cada vez lo tengo más claro, cada vez que leo a don Mario.

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