jueves, 17 de julio de 2008

LA FRUSTRACIÓN DEL JUEGO DEL ANGEL

Félix Población
En primera instancia, hice con El juego del ángel lo mismo que con La sombra del viento: leer el libro de prestado previa reserva en la biblioteca de la que soy socio. La nueva novela de Ruiz Zafón vino precedida esta vez de una intensa campaña publicitaria y una apuesta editorial tan segura como denota su excepcional tirada incial de un millón de ejemplares.

Llevado por la propaganda que en sí misma presupone esa insólita tirada, y teniendo en cuenta el buen recuerdo de La sombra, libro que luego compré, lo más fácil hubiera sido dejarse llevar por la inercia y adquirir El juego. Si no lo hice fue porque mi librero Carlos, que es así de atípico, me aconsejó que comprobara antes el género, pues a él le había defraudado mucho más de lo que preveía como buen conocedor de las engañifas de la mercadotecnia.

Acabo de terminar la lectura de la voluminosa novela (668 páginas) y comparto esa misma sensación. Es más, mientras pasaba con celeridad las primeras 200 o 200 y pico páginas, puesto que en conjunto me resultaron tediosas, dilatadas y superficiales en exceso como mera introducción a la trama, supuse que lo único que pretendió el autor fue configurar un texto al peso para así justificar el alto precio del volumen (25 euros). Ni el estilo, ni la manida elaboración de los profusos diálogos, ni los iniciales atisbos argumentales de la historia hicieron prender mi interés. Éste se limitó a conocer los datos imprescindibles para seguir a posteriori las claves narrativas de la novela.

Una vez metidos en la harina de la historia, que se inicia en Barcelona en los primeros años del pasado siglo y que gira en torno al joven novelista David Martín, al que un misterioso editor propone la elaboración de una obra fabulada que sirva de libro de fe -a la par que el protagonista encuentra un libro titulado Lux Aeterna, del que autor un tal D.M.-, la novela se hace más entretenida, pero no hasta el punto de resultar convincente por su calidad literaria. Mal hizo negando el autor que El juego del ángel era un recuelo de La sombra del viento, pues una vez leída la novela ese símil es el más adecuado para afirmarlo.

Si a la falta de originalidad -dado que Ruiz Zafón insiste en una ambientación, escenarios, personajes y situaciones muy parecidas a las que nos interesaron en su anterior novela-, se le añade un tratamiento literario que no sobrepasa los méritos de una discreta historia policíaca, así como un dispendio de páginas de relleno a base de diálogos insubstanciales, el resultado no puede ser otro que el de la frustración.

Es como si el editor, nada misterioso en este caso, hubiera estimulado al autor a escribir un nuevo libro por mor del negocio y a cambio de una substanciosa suma dineraria -tal como ocurre en El juego del ángel-, y el novelista se hubiera limitado al autoplagio. El producto, dejando en evidencia a uno y otro, está ausente del alma de la literatura, que es otra cosa, como bien sabe Ruiz Zafón y quienes llevamos toda una vida gozándola.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Quita el nombre del autor y esta novela merecería el calificativo de mala, sencillamente mala.

Anónimo dijo...

El negocio editorial nunca entendió menos de literatura y tanto de negocio.

Anónimo dijo...

Pues a mí no me pareció ni tan buena La sombra ni tan mala El juego, lo que no entiendo es lo del millón de ejemplares porque Ruiz Zafón es un escritor discretillo que hace bien en dedicarse a los guiones cinematográficos allá en USA.

Anónimo dijo...

No he leído El Juego, pero coincido con Babi en que La sombra tampoco es para tirar cohetes. Tiene fallos en su estructura y cae en el cliché en excesivas ocasiones. Y, sinceramente, no creo que se trate de enfrentar literatura popular y culta como algunos hacen de manera interesada cuando salen a colación éste y otros libros parecidos. Por citar un ejemplo, estoy leyendo en este momento Almas muertas de Gógol y descubro pasmada que, además de tener una sorprendente factura moderna en su construcción (como sabéis es de mitad del XIX), es divertida y está a la altura de cualquiera que desee disfrutar con un buen libro. En roman paladino: literatura, hermano, que me den literatura.

Un saludo,
Desiderata

Lazarillo dijo...

Almas muertas, ahí es nada. El recurso a los clásico es una terapia para reverdercer lo esencial de la literatura.

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