martes, 8 de julio de 2008

EL VOTO DE LOS DESAPARECIDOS


Félix Población
Leo en El alma de los verdugos, el estremecedor libro escrito por el periodista Vicente Romero y el juez Baltasar Garzón, que los responsables de la desaparición, tortura y muerte de miles de personas durante la dictadura militar, entre oficiales y suboficiales de la milicia y la policía, ronda la cifra de veinte mil, de los cuales sólo dos mil quinientos fueron identificados y únicamente dos mil están en disposición de ser procesados.

También se cuenta en la mencionada obra que quienes se ocuparon de arrojar al mar a miles de víctimas de aquella barbarie, a la que sus ejecutores dieron el burocrático nombre de Proceso de Reorganización Nacional, tuvieron muy en cuenta que sus cadáveres no dejaran rastro en las playas por el azaroso impulso de las corrientes marinas. Era fundamental para eso que los detenidos fueran lanzados vivos al vacío, pues muertos podrían ser un testimonio flotante demasiado ostensible.

Según organizaciones como Madres de Mayo y Servicio Paz y Justicia, el número de desaparecidos durante aquel infausto periodo de la historia argentina (1976-1983) se calcula en treinta mil. Una serie de leyes de impunidad como las de Obediencia debida y Punto final postergaron la aplicación de la justicia sobre los acusados una vez recuperada la democracia. El primer juicio contra los responsables de la desaparición de ciudadanos italianos tuvo lugar en Roma hace ocho años. Después se celebraron otros en España, Alemania, Suiza y Suecia.

Hoy leo en el magnífico diario argentino Página/12 que los desaparecidos durante la dictadura siguen figurando en los padrones electorales. Sólo se les considera como ausentes, pues no se presentan a votar. Una Defensora del Pueblo porteña ha presentado por eso un proyecto de ley para que se incluya la palabra desaparecido en el padrón, junto a los nombres de las víctimas. El Estado tiene ese deber de Verdad -se dice en el texto-; si aún no se puede dilucidar la suerte de cada desaparecido, por los menos no se debe continuar mintiendo en los padrones electorales, y menos aún que se les considere ausentes ignorando la historia que enlutó a nuestra sociedad.

Se desconoce el número de represores incluidos al día de hoy en los censos electorales del país. Ellos, que aniquilaron la democracia y silenciaron con la vida la voz y el voto de los desaparecidos, no deberían estar inscritos en esas listas acogidos al anonimato de la impunidad. Es un duro agravio a las víctimas que el alma de los verdugos no tenga todos sus nombres en un censo que tiene como destino dar voz al pueblo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Le quiero felicitar por el artículo. Dice usted muchas cosas cuando afirma que es un duro agravio que el alma de los verdugos no tenga todos los nombres. Muchas gracias por hacer un blog tan competente. Saludos.

Anónimo dijo...

Leí ese libro con la angustia de pensar que la impunidad puede permitir que esos hechos se repitan.

Publicar un comentario