jueves, 13 de marzo de 2008

LA MÚSICA EXTREMADA

Félix Población
Hubo quien se enamoró de la música porque en la afanosa adolescencia de los sueños, cuando se buscan tanto como se rompen sus equivalencias en la realidad de los días, alguien le abrió la puerta a una sala de conciertos. Aquel adolescente no podía permitirse el privilegio de la melomanía porque nadie se lo infundió ni tenía tampoco posibilidades ni posibles para cultivarlo. Ni siquiera le era factible acceder a un auditorio y degustar una posible iniciación entre un público selecto y minoritario.
Pero como en todas las adolescencias alumbradas de revelaciones, hubo un día, una tarde, en que alguien hizo realidad que aquel adolescente se sentara ante una orquesta y que a esa tarde la siguieran otras, no porque como oyente primerizo se sintiera deslumbrado por la música, ante la que no se mostró en principio nada motivado, sino porque fue descubriendo, como si se tratara de una cadencia cada vez más profunda de expresión y certidumbre, la inédita atracción del sexo.
La encarnó una jovencísima violinista rubia, con el cabello peinado en una larga trenza, convertida en el objetivo de sus ojos, sobre cuyos atributos físicos fue centrando una cada vez más creciente y persistente observación. De tenerla casi como excusa visual para el entretenimiento, ante el escaso interés que le provocaba la música, pasó a una pormenorizada celebración y disfrute de sus gracias. Más que éstas, sin embargo, cuyo valor era más insinuante que perceptible desde la distancia, fue la peculiar apostura de la violinista, la esbeltez de su talle y los movimientos que la lozanía de su figura componía al abrazar y tocar el instrumento, dejándose llevar por los impulsos de los acordes, el caldo de cultivo en el que se fraguaron aquellos primeros atisbos de atracción sexual.
Sustentada en la novedad de su emoción, creada y recreada con cada sinfonía, la música fue calando como fondo sonoro de armonías en aquel sentimiento, hasta hacerlo uno, fundiendo la vitalidad con la estética, y convertir en imprescindible la asociación e implicación entre una y otra. Por eso esa imagen cinematográfica de Jessica Alba, tan llena de luz , me sigue sonando hoy a música extremada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Deberías escribir mucho más de estética y emociones, Félix, es un palcer leerte.

Anónimo dijo...

Los caminos del arte son infinitos pero siempre desembocan en el mundo de los sentimientos.

Anónimo dijo...

La carencia mayor de esta sociedad está en la cultura y dentro de la cultura, una cultura de la sensibilidad, sólo se entiende así un esperpento como chiquinosequé...

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