domingo, 17 de febrero de 2008

LA INTEGRACIÓN, EL COLOR DE LA PIEL Y LA SEMILLA DEL ODIO


Melibea
Ha estado especialmente duro y hasta descomedido don Felipe González ayer en el mitin del PSC celebrado en Hospitalet del Llobregat. Si se tiene en cuenta que Cataluña va a decidir probablemente el resultado de las elecciones, se comprende hasta cierto punto la entrega del ex presidente a esa crítica acerba contra el Partido Popular, personalizada en la figura de don Mariano. No creo, sin embargo, que don Felipe vaya a bajar el tono en el intenso calendario de campaña que le aguarda. Reparo en ello por contraste con el señor González de antaño, cuando ocupaba La Moncloa y sus discursos electorales me resultaban mucho más anodinos y reducidos de acritud. Nunca me hubiera imaginado entonces una frase como la de ayer en Hospitalet, que hoy es titular en los periódicos, y más suena a Guerra que a Felipe: Cuando Rajoy se saque los fideos de la boca podremos saber lo que dice de verdad. Da la sensación de que el ex presidente está ciertamente indignado con la derecha aznariega que aspira a gobernar España y que su concurso como telonero de lujo en los mítines del PSOE, además de contar con sus naturales facultades para una crítica muy acerada, va a incidir en la chanza contra el adversario, sin que en el PP estén muy dispuestos a dar la réplica con don José María Aznar, más que nada por la incapacidad de éste para atinar en la misma sin sus acostumbrados ultradesbarres. Puestos a buscar incentivos para el enojo desbocado que parece alentar en don Felipe, me remito a estas dos cartas publicadas en el diario El País, la primera el pasado 10 de febrero, firmada por Margarita Porras, y la segunda, que recuerda el contenido de la anterior, en la edición de hoy domingo, suscrita por Eduardo Grimal:

EL COLOR DE LA PIEL
Hoy me desperté triste. Una tristeza pesada y rara... Soy colombiana. Llevo 10 años viviendo en España, adonde llegué para estudiar, pero el destino me fue dejando. Aquí trabajo desde hace ocho años, aquí me casé y tengo una hija española. Aún hoy no sé responder a la pregunta de si estoy integrada o no. Sobre todo porque no sé lo que eso significa. Si estar integrado significa callar y no criticar nada del país que me ha acogido, no indignarme al sentir que algo no está bien en el lugar en el que crece mi hija, no estoy integrada, porque a veces me indigno, porque a veces me quejo y porque creo necesario participar en la comunidad en la que vivo.Tengo más preguntas: ¿estar integrada es no escuchar la música de mi país? ¿O depende del número de decibelios en los que la escucho? Porque si un español pone a Juanes o Shakira en una fiesta a todo volumen eso no sería considerado falta, ¿pero si lo pongo yo? Me siento triste porque en estos 10 años, y a pesar de algún que otro comentario muy lejano, nunca había sentido que el pueblo español nos cosificara de tal manera que sólo viera en nosotros mano de obra necesaria e imperfecta. "Que trabajen sí, pero que no se enfermen; que no tengan hijos que ocupen plazas de colegios y hospitales; que no cobren el paro; que no se atrevan a exigir derechos...". Se avecina una norma que rige según el color de la piel. ¿Qué será lo siguiente, un brazalete que nos distinga?

YO NO SOY RACISTA, PERO
Éste es el resultado de las encuestas que se están haciendo estos días. Sentí vergüenza ajena mientras veía cómo una señora, en su papel de Arias Cañete, menospreciaba a la joven ¿peruana, colombiana, mexicana? que le servía un cortado. Supongo que no era suficientemente eficaz. Mientras contemplaba la escena leí la carta de Margarita Porras (El color de la piel) y pensé la responsabilidad que habría que pedir a algunos políticos y otros líderes de opinión. Que no roben, que se integren, que sepan qué es la manteca colorá, que vengan los que hagan falta, ni uno más... salvo si viene a jugar de delantero en el Madrid o el Barça.En Cataluña (donde ocurre la escena del desayuno) el nacionalismo xenófobo quiere que le sirvan en català, da igual si llegaron hace un mes o tres años. Si no saben qué es el pá amb tomaquet... Hace sólo 30 o 40 años los españoles eran los inmigrantes del norte de Europa... pero se nos olvidó.Esperemos que la próxima vez que un ecuatoriano sea "lanzado al mar" o un africano sea apaleado, los Pizarros, Rajoys y Cañetes guarden un minuto de silencio. O esperemos que no haya próxima vez y que simplemente se den cuenta de que la semilla del odio es peligrosa, incluso con elecciones a la vista.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El racismo es motivo suficiente para las duras críticas al adversario, si a eso se le suma la burla puede que el resultado sea efectista más que efectivo.

Publicar un comentario