Vargas Llosa aprovecha el por qué no te callas del rey para ofender a los pueblos

Lazarillo

Después de la impresentable intervención del rey don Juan Carlos en Chile, como réplica a la no menos impertinente descalificación del señor Chávez a don José María Aznar en presencia de su sucesor como jefe del gobierno de España, era de esperar el furibundo artículo del potentado escritor don Mario Vargas, artículo de tinte casi cortesano en el doble sentido que cabe dar a esa expresión al referirnos a una prosa áulica y aduladora del desatino borbónico. Coincide además el escrito del señor Vargas Llosa en el diario El País de hoy con un editorial de dicho diario, en similar y encrespada clave crítica con relación al régimen bolivariano que tanto incomoda al importante grupo editorial propietario del rotativo. No encontrará el lector en esta edición, ni probablemente en las siguientes, otras colaboraciones que rebatan esos puntos de vista, como no sea la mínima y aislada aportación de algún lector que disienta de los mismos en los próximos días.

Entre los párrafos a subrayar en el artículo de don Mario podemos leer el que sigue: La enseñanza más obvia e inmediata de este psicodrama es que hay todavía una América Latina anacrónica, demagógica, inculta y bárbara a la que es una pura pérdida de tiempo y de dinero tratar de asociar a esa civilizada entidad democrática y modernizadora que aspiran a crear las Cumbres Iberoamericanas. Esta será una aspiración imposible mientras haya países latinoamericanos que tengan como gobernantes a gentes como Chávez, Ortega o Evo Morales, para no mencionar a Fidel Castro. Que sean o hayan sido populares y ganaran elecciones no hace de ellos demócratas. Por el contrario, muestra la profunda incultura política y lo frágil que son las convicciones democráticas de sociedades capaces de llevar al poder, en libres comicios, a semejantes personajes. Ellos no asisten a las Cumbres a trabajar por el ideal que las convoca. Van a utilizarlas como una tribuna para internacionalizar la demagogia y las bravatas con que mantienen hipnotizados a sus pueblos y, por eso, esas Cumbres están condenadas al fracaso y al circo. Cabe preguntarse, ante el inadmisible desprecio a los pueblos concernidos de que hace gala el potentado y magnífico novelista hispano-peruano, qué tipo de alternativa sugiere don Mario para no seguir perdiendo tiempo y dinero tratando de asociar a esos estados díscolos a la civilizada entidad democrática y modernizadora de las Cumbres, reincidentemente hipócrita edición tras edición ¿Permitir acaso que el todopoderoso imperio del norte los reconduzca por la única vereda por la que han transitado durante su larga historia de explotación, ignorancia y pobreza, favoreciendo e impulsando si es preciso y con ese fin cruentas guerras y sangrientos golpes de Estado?

Se pregunta asimismo don Mario por qué callan la cúpulas gubernamentales de aquella América Latina que él considera más decente, honrada, culta y democrática, y se dejan ningunear y eclipsar por los caudillos, comandantes y payasos que se apoderan de las candilejas. El señor Vargas Llosa es incapaz de hallar otra respuesta que no sea la que proviene en primera y fundamental instancia del capital: estan sobornados por los petrodólares que derrocha el venezonalo a diestra y sieniestra, asegura, y temen -añade- las diatribas y descalificaciones de aquellos matones, que les pueden soliviantar a sus extremistas criollos y, también, aunque parezca mentira, porque ellos, que sólo son gobernantes civiles que tratan mal que bien o bien que mal de ajustarse a las limitaciones que les señalan las leyes y constituciones, se sienten mandatarios de segunda frente a esos dioses omnímodos que no tienen otro freno para sus excesos y bellaquerías que su soberana voluntad.

En efecto, toda esa argumentación, con sus inadmisibles e insultantes descalificaciones tabernarias en quien debería hacer acopio más de su inteligencia que de sus vísceras, parece mentira porque lo es y obedece a la interesada catadura ideológica de quien la emplea, incapaz de entrever siquiera en ese silencio algo mucho más hondo: el respeto de esos civilizados representantes iberoamericanos hacia unos pueblos hartos de democracias corruptas, que han elegido en libertad la opción del socialismo porque la única hipnosis que los mueve no es la de la demagocia de sus líderes, sino la de una expectativas permanentemente renacientes de justicia y equidad contra siglos de explotación y miseria. El respeto al menos a la explotación y misería sufridas por esos pueblos debería merecer por parte de don Mario ese mismo silencio, pero para ello se precisa estar más cerca de quienes padecen esas lacras y no las utilizan sólo como excelente materia de ficción.

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