viernes, 2 de noviembre de 2007

La revolución bolchevique como fiesta nacional rusa

Melibea

Como noticiosa ilustración a la lectura que hago estos días del Diario Ruso de Anna Politkóvskaya, muy impresionada ante la detallada, valerosa y demoledora crónica que de la Rusia contemporánea y del actual régimen de Putin -cínico, corrupto y represivo- hace la malograda periodista asesinada hace un año en Moscú, leo en la edición de hoy del diario argentino Página/12: Aun después de la caída del régimen soviético, la fiesta nacional rusa siguió siendo la Revolución de Octubre, que se celebra el 7 de noviembre por las diferencias del calendario juliano, utilizado en la Rusia zarista, con el gregoriano actual. Pero en 2005 se adoptó el 4 de noviembre como nueva fecha nacional, con la excusa de la lucha contra los ocupantes polacos que en 1612 unió a la elite rusa y un año después inauguró la dinastía Romanov. Lo insólito es que el 48 por ciento de la población no sabe qué es lo que se celebra ahora y que, si les dan a elegir, son más los rusos que prefieren celebrar la revolución bolchevique. Fue la revolución bolchevique la que acabó con la dinastía Romanov, por lo que resulta muy evidente por lo significada la divergencia entre las preferencias de la ciudadanía y su ignorancia o pasotismo ante las imposiciones del Estado. Quizá se deba a lo que Josep Ramoneda afirma en el prólogo al libro póstumo de Politkóvskaya: Cuando la indiferencia y el miedo se imponen, cuanto todo se justifica por la lucha contra el enemigo, cuando política, justicia y persona se conjugan en una misma persona, la democracia languidece, el poder se concentra y los matones campan a sus anchas. Y cuando se juega, como ocurre ahora en el mundo, con las doctrinas de homogeneidad étnica y con la apología del comunitarismo, nadie está a salvo de esa deriva. Politkóvskaya nos lo recordó mil veces y nadie le hizo caso. Ahora ella está muerta. Y Rusia profundamente enferma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde luego la fecha de la revolución bolchevique no tiene por qué ser la fiesta nacional rusa. Ni por historia, ni por tradición, ni por nada. Veamos lo que dice la Historia al respecto: Lenin, que poseía una ambición casi sin límites, derroca al Gobierno de Bruno Kerensky pero no hay que olvidar que éste era el legítimo a consecuencia de la abdicación del Zar Nicolás II Romanov, en su nombre y en el de su hijo el malogrado zarevich Alexis. Sabiendo que el hambre y del descontento se extienden por S. Petersburgo a consecuencia de una guerra desastrosa, Lenin convence a la Alemania de Guillermo II para que ponga a su disposición un tren especial, que le traslada desde Suiza a S. Petersburgo, donde es recibido en triunfo. Después hace estallar la revolución y el Gobierno, amenazado por los cañones el crucero Aurora termina cayendo. Entonces Lenin, en pie y ante la antigua Duna en la que se ha colocado la hoz y el martillo proclama:
"El Gobierno ha caído. Ahora, vamos a poner en práctica el socialismo".

Anónimo dijo...

De mal en peor.

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