miércoles, 14 de noviembre de 2007

¿Es el rey que está triste o el rey que rabió?

Félix Población

Yo no sé si el curioso lector habrá tenido oportunidad de ver en el telediario de Cuatro a don Pedro el de la Jota felicitando al rey por su falta de educación democrática el pasado sábado al tratar de acallar la facundia del presidente Chávez. La frasecita y el tono del director del diario El Mundo movían a repulsión por la servil zalamería de que hizo gala. Luego completó el señor Ramírez los méritos que le honran con el de vanagloria: Una foto en portada de la que él mismo es protagonista con motivo de la audiencia concedida al consejo de la empresa editora del rotativo.

Viene esto a cuento de la vana perspicacia que ayer martes lució el citado periódico respecto a la supuesta melancolía que abate a nuestro monarca. El rey está triste, proclamaba el diario, como si con esa aseveración un tanto romántica intentara remedar los conocidos versos de la sonatina rubeniana. Ya saben:

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa...

Aseguraba el periódico de don Pedro Ramírez que los apesadumbrados sentimientos de don Juan Carlos se debían a la resaca de su intervención en la Cumbre Iberoamericana, no porque se arrepintiera de su papel soberano mandando a callar, sino por el hondo y perdurable malestar que le causó la osada intervención del presidente de Venezuela.

A la luz de la última noticia dada a conocer ayer por la Casa Real, sin embargo, la separación de la infanta Elena de su esposo el señor Marichalar, cuenta hoy El semanal digital que en la redacción del diario El Mundo no se deja de comentar sotto voce el fracaso olfativo de don Pedro. Habiendo tenido éste a un palmo de las narices la gran exclusiva de la ruptura matrimonial de doña Elena, el director Ramírez se llevó por los cerros del orgullo patrio la melancolía del monarca. Es lo que pasa cuando se tira en exceso de la levita regia, que se pierden las facultades y hasta el respeto debidos al oficio.

Puestos a sacar conclusiones, yo diría que dada la afinidad de don Juan Carlos con su hija Elena y el empeño del rey en mantener a toda costa las apariencias en su desavenido matrimonio con don Jaime, el ¿y porqué no te callas? no fue deliberado, sino intempestivo, fruto del ensimismamiento de un monarca doblemente quemado: Primero se le casó el heredero del reino con una plebeya divorciada y descreída, de cuyo matrimonio se hace chanza sexual en los papeles, y ahora se le divorcia su primogénita sin que valga de nada el peso de la Corona.

No es que esté triste el rey. Más bien parece, como en el título de la popular zarzuela con libreto de Vital Aza y Ramos Carrión, el rey que rabió.

PS.-Cierto, añádase a la quemazón del monarca en el último año, como indica la portada de hoy de Público, la polémica por su sueldo, las chamusquinas de su efigie en Cataluña, la muerte de la hermana de doña Leticia y la bronca con la señora Aguirre a cuenta de locutor Losantos con su monserga para que el rey abdique.

3 comentarios:

SBP dijo...

Pues al final será que sí es importante la monarquía... Algo a lo que jamás presto atención, algo que siempre he pensado que irá languideciendo con el tiempo por pura lógica histórica, y hace meses que no se habla de otra cosa. Será verdad que a los plebeyos nos va lo de cotillear sobre palacio... Seguimos más cerca del Reino Unido que de Francia o Estados Unidos. Y ya sabemos en qué países son los "Playboy" más críticos, políticos y suculentos.

Anónimo dijo...

La única vez que el rey habló sin papel fue para ser Borbón.

Anónimo dijo...

O sea, que así es el rey por naturaleza.

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