Melibea
El Premio Príncipe de Asturias concedido este año al escritor israelí Amos Oz nos sirve para recordar un tratado firmado en Ginebra, del que él fue uno de los promotores, apoyado por el 40 por ciento de las respectivas poblaciones israelí y palestina, en el que se postula la existencia de dos Estados, el palestino y el israelí, conformado el primero por los territorios de Gaza y Cisjordania. Por esa razón a Oz se le considera traidor entre una parte de los suyos, convencido como está de que su nación sólo debe combatir a quienes la atacan y no seguir ejecutando la actual y cruenta estrategia de eliminaciones selectivas. Como activista por la paz, hay otros intelectuales entre los palestinos que coinciden con la postura del escritor israelí, para quien su grado intenso de implicación en esa lucha a verbo tendido obedece a su relación diaria con las palabras: Trabajo con el lenguaje. Considero que es mi deber proteger el lenguaje de la contaminación, la demagogia y la agitación. Así que gran parte de mi actividad y mi compromiso político deriva de esa necesidad de proteger al lenguaje del peligro de ser contaminado por gente y actitudes llenas de odio. Para combatir al fanatismo creciente, que Amos Oz considera una forma de enfermedad mental que está hoy muy extendida, no hay nada mejor que la persuasión de las palabras: Creo que es una cuestión de convicción, de cambiar las mentalidades y los corazones.
1 comentario:
Creemos en las palabras porque sin ellas seríamos noche.
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