sábado, 8 de septiembre de 2007

Congreso de Teólogos Juan XXIII: Que se oiga el Evangelio en medio de la iniquidad

Melibea

Sin que apenas hubiera referencia del evento en los medios de comunicación masiva, el pasado jueves inauguró don Enrique de Castro la vigésimo séptima edición del congreso anual organizado por la Asociación de Teólogos Juan XXIII. El hecho de que haya abierto esta convocatoria este sacerdote, vinculado durante más de treinta años a la ejemplar labor social desarrollada por la parroquia vallecana de san Carlos Borromeo -apercibida ahora de cierre por el arzobispado de Madrid-, denota el carácter de alerta que la entidad promotora quiere dar a la actual edición ante el proceso involucionista que actitudes como la de la jerarquía católica madrileña evidencian y que sin duda responden al vigente ciclo retrógado que guía el proceder de la alta curia vaticana. Como mejor muestra de lo que representa esta convocatoria, la citada asociación rendirá hoy un homenaje a Jon Sobrino, el teólogo vasco a quien Roma reclamó una rectificación por las interpretaciones teológicas publicadas en sus libros, según las cuales los desheredados de la Tierra han de ocupar todos los afanes de la Iglesia. Para don Juan José Tamayo, portavoz de la entidad que lleva el nombre del Papa del concilio Vaticano II, los teólogos progresistas deben alentar ahora sobre todo, ante ese involucionismo cierto que se percibe en la más alta jerarquía eclesiástica, actitudes abiertas, tolerantes y liberadoras, que en este congreso se centrarán en el fenómeno de la inmigración. Don Enrique de Castro habló el pasado jueves de la parroquia como lugar de encuentro, de acogida, de celebración, de fiesta y de lucha por la justicia. El teólogo don Benjamín Forcano nos recuerda las tareas de aggiornamento en que se basó la asociación mencionada para emprender su revitalizadora andadura hace casi treinta años:

La primera de todas historificar el Evangelio haciéndolo oír en medio de la iniquidad que divide al mundo en ricos y pobres, operando como rayo restallante en el mundo opresor y tomando partido por los empobrecidos y oprimidos. Son ellos los mimados de Dios. Las víctimas, los desechados son los que paradójicamente anuncian y demandan un mundo nuevo, los que traen promesas de cambio y regeneración, los que señalan al Primer Mundo como concausante de la explotación y humillación de tantos pueblos y de la dignidad ofendida de millones de seres humanos.
La segunda reconciliar la fe con la razón y la ciencia, con la terrenalidad y la historia, la democracia y el pluralismo, el amor y la tolerancia, la libertad y la diferencia, lo universal y lo particular. No estamos condenados a exiliarnos de este mundo de Dios, sino a aceptarlo y promoverlo en todo lo que es. Y si uno es católico, y además con toda legitimidad, con más legitimidad debe considerar que Dios no es católico, ni lo es de ninguna otra denominación religiosa, pues Dios no hay más que uno, aunque muchas e inevitables las formas de llegar a El y poseerlo.
La tercera poner en el centro la dignidad de la persona. La persona, lo primero y lo último, y todo lo demás subordinado a ella. Que nadie, del rango, lugar u origen que sea, se considere más que nadie, ni menos que nadie. Es la elemental revolución de Jesús de Nazaret: "Todos vosotros sois hermanos". Siempre, a lo largo de la historia y de las más diversas culturas, los seres humanos han sido clasificados, pospuestos, vilipendiados y utilizados con menoscabo de esa dignidad.
La cuarta, pensar que el mundo futuro que hemos de construir entre unos y otros: ateos, creyentes de unas u otras religiones, se apoya en una fe común, universalmente compartida: la fe en la persona, en su dignidad y derechos. Y esa fe hay que testimoniarla, exigirla, implantarla como una utopía posible, la única universalizable. Cada uno, después, que añada lo que quiera, todo lo que considere lo más propio de su fe, pero comenzando todos por profesar lo que es contenido real y vinculante de esa fe común, base y garantía de la justicia, de la democracia y de la paz.
Y la quinta, suscitar espacios de búsqueda o duda, la apertura a la trascendencia, sin clausurarnos en el limitado y rígido horizonte de una filosofía racionalista o de un empirismo cientifista. A mí me cuesta creer que un científico no pueda asombrarse de sí mismo, de la enigmática maravilla de su existencia, obviamente inexplicable desde sí y por sí y sin apenas razones para poner en ella la razón de su propio comienzo y fundamento. "Si, como ha escrito alguien, el cielo ha quedado vacío de ángeles para abrirse a la intervención del astrónomo y eventualmente cosmonauta", el cielo de la persona humana no va a ser explorado por cosmonautas de la tecnología, sino por duendes ingénitos del espíritu. El éxtasis mismo de la existencia es umbral y condición para el surgir y creación de la teología.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

No; si el Evangelio se oye muy bien. Basta acudir a Misa todos los días para escucharlo y para asistir a ese acto hipócrita que consiste en "desearse la paz", en medio de grandes aspavientos, para dejar luego al hermano en ridículo, criticarlo, explotarlo, abandonarlo o exigirle cosas que uno jamás haría. En verdad que la buena nueva se escucha, pero como no se practica escucharlo es inútil. Esos Congresos de Teólogos que pretenden introducir toda el agua del mar en un hoyo hecho en la arena deben empezar reconociendo los errores de los que a ellos asisten, pedir perdón por ellos, rectificar sus conductas y ya después podrán entrar en consideraciones más o menos grandilocuentes. El ser humano sin Dios no es nada y Dios quiere que nos amemos, porque Él mismo es Amor Verdadero. Comiencen por ahí, señores congresistas, y ya verán como todas esas normas se simplifican de modo extraordinario. No hay amor sin sacrificio y entrega y puesto que Dios no necesita de ambas cosas nuestra principal obligación consiste en amar y entregarnos a los demás. Entonces comprenderemos y compadeceremos a los que no se aman sino a sí mismos. Entonces el mundo dejará de ser un pozo de miseria, corrupción, y egoismo. Pero solo entonces. Vale más una obra buena que mil palabras buenas y los problemas del mundo no se resuelven proclamando que los pobres son mimados de Dios, porque para Él todos somos pobres, indigentes, e ignorantes. Quien posee bienes y hace mal uso de ellos se le pedirán cuenta de sus bienes, más a aquel que es pobre también sufrirá el examen de amor cuando llegue el atardecer de la vida. Eso si es Fe y lo otro sí que es Caridad. En cuanto a la Esperanza, los señores teólogos debieran transmitirla a los demás, si es que ellos la tienen; pero esa esperanza es en Dios Todopoderoso, no en la persona humana.

Anónimo dijo...

Les deseo a los señores congresistas la misma fe en su empresa que vienen manteniendo desde hace tantos años y que incluso transmiten a quienes no comulgan con su religión.

Anónimo dijo...

Johny habla ex catedra de perogrullo como si se resintiera de la mala soberbia de estar por encima del bien y del mal y sólo su juicio fuera el correcto. Mala cosa para reprochar errores a los demás.

Anónimo dijo...

Esos teólogos deberían actuar según piensan y desertar de la iglesia a la que cirtican.

Anónimo dijo...

Felicito a Babi por esa clarividencia que le permite hacer juicios de valor sobre personas en razón de unas cuantas líneas. Y ahora, dígame: Si el hombre ha de ser únicamente la medida del hombre, como parecen insinuar los congresistas, ¿qué diablos pinta el Dios en nombre del cual se reúnen? Porque si Cristo no era Dios, sino un hombre ¿a qué viene esa manía de seleccionar del Evangelio lo que conviene? Y si Dios no es Amor, ni la medida del amor ¿en nombre de quien se reunen los teólogos? Y si Dios, en realidad, no existe ¿por qué intentan estudiarlo los teólogos? Ahora no afirmo, sino que pregunto.

Anónimo dijo...

Como no responda usted mismo, veo difícil que encuentre respuestas a sus preguntas, y me temo que sus respuestas van a ser como sus preguntas.

Anónimo dijo...

No voy a responder yo a esas preguntas,no sea que me llame usted de nuevo soberbio, pero sí voy a ofrecerle un criterio que permita responderlas a cualquiera que tenga Fe, porque le aseguro que para quien no la tenga, en verdad qus son inútiles tanto las preguntas como las respuestas.
Una montaña de vanidad es la persona humana y, sin embargo, posee una enorme capacidad para amar. Promueve guerras que destrozan pueblos, pero construye maravillas en el Arte, en la Ciencia y en la Literarura y todos los seres humanos las admiran. Se recrea ante la belleza y se conmueve ante una puesta de Sol; pero también envidia, odia, desprecia y mata a sus semejantes. Por poseer libre albedrío - la libertad es otra cosa - puede elegir y por eso mismo es también responsable de sus actos. La lógica y la razón, en unión de la Fe y del Amor permite respuestas a aquellas y a otras preguntas, pero si separamos estos cuatro atributos y encima nos creemos sabios entonces es imposible responder ni a estas preguntas, ni a esta otra mucho más simple ¿Antes del big-bam (estos americanos tienen cosas de niños) ¿qué diablos había?

Anónimo dijo...

Da gusto comprobar la fe en el ser humano que tienen quienes sigen a Cristo, en contra de los que hablan de Cristo contra su ejemplo.

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