Félix Población
Me alegra mucho saber que un ministro discreto y eficiente como el señor Caldera va a diseñar la campaña electoral del Partido Socialista para las próximas elecciones generales. Es de esperar que con su concurso contribuya a rebajar las ínfulas triunfalistas despachadas por ZP en su discurso sobre el estado de la nación. Los ciudadanos de este país están un poco hartos de que desde La Moncloa se avienten por costumbre cifras exitosas que no se corresponden con el pulso de la vida cotidiana. Por la misma razón desconfían de quienes desde la oposición se empeñan en dibujar un catastrófico presente y un no menos desalentador porvenir.
Para rebajar los humos que podrían situar a nuestro actual Presidente del Gobierno en aquel infatuado axioma que tanto ensoberbeció a su predecesor -España va bien-, conviene tener en cuenta otros datos que el señor Rodríguez Zapatero no manejó desde la tribuna del Congreso durante su disertación. Provienen de la OCDE y se refieren al decenio 1995-2005, ocho de cuyos años años corresponden a la gestión del Partido Popular en el Gobierno. Según los mismos, los salarios en España perdieron en ese tiempo un 4 por ciento de poder adquisitivo, mientras los beneficios empresariales de quienes retribuyen a los trabajadores se incrementaron en un 73 por ciento.
Vienen estas cifras a cuento de otras, consignadas por la Encuesta de Población Activa, correspondientes al primer trimestre del año en curso: Somos en España veinte millones de currantes, de los que una mayoría (16,5) son asalariados y los demás están repartidos entre empresarios, autónomos y trabajadores por cuenta propia. Pues bien, en el año 2003, cuando todavía la Agencia Tributaria publicaba las rentas medias de unos y otros -algo que se dejó de hacer con el Partido Popular en el Gobierno-, los trabajadores asalariados declararon unas rentas de 17.624 euros, en tanto que los empresarios y autónomos estaban por debajo de los 12.000. Nadie se puede creer, obviamente, que tal desproporción sea posible, pues sería indicativa de que los asalariados ganan un 40 por ciento más que los empresarios.
Si se considera que esta situación se da en un país con un índice de crecimiento que en los últimos diez años ha superado la media europea, habrá que colegir que el reparto de beneficios y de cargas no es equitativo, sino que se corresponde con la triste realidad de que los ciudadanos menos favorecidos lo son porque a ellos les toca serlo cada vez más y contribuir también más a los costos del Estado, en tanto que los que más tienen, más siguen juntando, sin pagar todo lo que deberían pagar.
Antes que el efectismo electoralista de los cheques-nido patrocinados por ZP, sería deseable -ya que lo social va a primar al parecer en el programa socialista del que se ocupará el actual Ministro de Trabajo- que la sobria eficiencia del señor Caldera se dejará notar en el proceso corrector que esas cifras exigen. Es elemental como imprescindible horizonte de una política social distributiva mucho más justa y propia del calificativo que sigue definiendo como una de sus siglas al partido gobernante.
RedDiario
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TENGO UNA PROPUESTA PARA USTED, SEÑOR PRESIDENTE
Es un acierto poner el énfasis en lo social, pues, a pesar de las iniciativas legales adoptadas por este Gobierno, como la Ley de Dependencia, que empezarán a dar su fruto en la próxima legislatura y que proporcionará 300.000 nuevos empleos, lo cierto es que, durante los últimos años, los indicadores sociales señalan retrocesos en cuestiones importantes: se ha reducido el salario real medio, ha disminuido la participación de los asalariados en la renta nacional y, en definitiva, han aumentado las desigualdades. Tampoco ha sido muy brillante la actuación del Gobierno para promover el acceso de los jóvenes a la vivienda. Todo ello, tras más de una década de espectacular aumento del Producto Interior Bruto.
José García Abad, El Plural
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