lunes, 2 de julio de 2007

La ciudadana Aguirre está en contra de la ley

Félix Población

La señora presidenta de la Comunidad de Madrid y marquesa consorte ha dicho en el diario ABC que la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía, aprobada democráticamente en el Congreso de los Diputados, es similar a la Formación del Espíritu Nacional. Esto es, que si la actual disciplina trata de impartir entre nuestros estudiantes los valores cívicos y democráticos propios de nuestro Estado de Derecho, estos valores equivalen a los del franquismo dictatorial y nacional-católico que consagraba la FEN, de cuya docencia se encargaban los más granados y amanerados adalides del viejo régimen.

En correspondencia con tan cenagoso criterio -por lo turbio y resbaladizo-, doña Espe Aguirre no ha tenido el más mínimo reparo en afirmar que está decidida a que quien quiera hacer una objeción de conciencia a la nueva asignatura en Madrid la pueda hacer. Es más, asegura que en la Comunidad madrileña se han elaborado normas educativas para que Educación para la Ciudadanía no llegue a impartirse. A tal fin se ha retrasado la puesta en práctica de esa disciplina para el curso 2008-09, cuando ya habrá ganado Mariano Rajoy.

El alistamiento de la señora Aguirre en esa posición ultramontana, en connivencia con quienes la asesoran y jalean desde los medios de información de la católica iglesia, obedece a un único objetivo en cuya diana está Zapatero como figura a batir, pues personaliza la enseña del mal, que diría el primado Cañizares. Pero como la Educación para la Ciudadanía, o materia equivalente, es asignatura curricular, transversal o integrada en casi toda Europa (Austria, Dinamarca, Francia, Irlanda del Norte, Bulgaria, Malta, Chipre, Bélgica, Alemania, Inglaterra, Hungría, Países Bajos, Finlandia, República Checa, etc), habrá que situar a doña Espe en otra geografía, que no sea la de nuestro entorno democrático, o quizá en aquel tiempo en que los respetables monseñores no invocaban como ahora la libertad de enseñanza porque a ellos sobre todo competía impedirla con su poder, su rigor, su verdad, su moral y su tutela sobre las conciencias del alumnado genuflexo y contrito por las penas del pecado.

Estamos en un Estado moderno, cuya ejecutoria debería regirse por criterios laicos y aconfesionales. Ese Estado es incompatible bajo el ascendiente y la atadura de un Concordato con la Santa Sede que peca al menos de ademocrático e involucionista. En buena medida, son el peso y el influjo de esos acuerdos los que hacen posible el amotinamiento de los respetables monseñores y el de la emisora que regentan: se siguen sintiendo fuertes porque se siguen sintiendo temidos.

Que la obispalía se engalle, salga a las calles, enarbole pancartas o utilice los púlpitos para el adoctrinamiento contra el maléfico ZP, o que toda una presidenta de una Comunidad autónoma se manifieste de modo tan bochornoso como insolente en contra de una norma aprobada en el Parlamento de la nación, son al cabo manifestaciones del viejo poder que aquellos acuerdos de hace treinta años siguen dando a la católica iglesia, tan privilegiada en su albedrío entonces como ahora.

RedDiario
Manifiesto
MANIFIESTO CRISTIANO EN APOYO A LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANIA
En primer lugar apoyamos EpC porque concebimos la educación no sólo como aprendizaje de conocimientos y destrezas diversas sino que la entendemos, precisamente en cuanto cristianos que somos, como una formación integral, en “estatura, sabiduría y bondad”, a la que es esencial la educación en valores. La escuela no puede ser axiológicamente neutra ante la violencia, ni ante la desigualdad social, ni ante cualquier exclusión, discriminación o atentado a la libertad.
ATRIO

Noticia
LA VIGENTE FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA ES INCONSTITUCIONAL
En Madrid, el director del Laboratorio de Alternativas don Juan Manuel Eguiagaray, ex ministro socialista, presidió la presentación de un proyecto de estatuto de laicidad redactado por expertos de la Fundación Alternativas, donde se sostiene que el sistema vigente de financiación de la Iglesia católica es inconstitucional y no se justifica con el argumento de que la mayoría profese esa confesión, según informó ACPress.
ACpress

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Sería necesario un referéndum para que se votara si ese Concordato puede mantenerse hoy en día.

Anónimo dijo...

Nuestra democracia es imperfecta en origen, pues no hubo referendum para determinar si España debia ser Monarquía o República, aceptando el testamento del dictador-instaurador de la Monarquía Española. Así pues, la alegación de que la asignatura fue aprobada por el Parlamento tiene un peso muy relativo, porque no fue consensuada con el principal partido de la oposición, que aglutina a 10 millones de votantes y que con una ley electoral mucho más justa tendría un peso decisivo en el Parlamento. Aparte de ello, si la Ley votada democráticamente va en contra de la Constitución es nula de pleno derecho.
La pregunta que cabe hacer es ¿por qué dicho consenso no fue posible? Y la respuesta cómoda es decir que "porque la Iglesia no quiere". ¿Y qué? Tampoco quería el divorcio, y ya ven. No. Quiénes no quieren son muchas familias españolas y por eso algunas objetan. Habrá que preguntarles a ellas por que no quieren,digo yo.
También a mi juicio, Zapatero no es la encarnación del Mal, muy al contrario se ve a la legua que es un hombre bueno...pero tozudo. De ideas fijas, vamos. Y en cuanto al Concordato, hay una figura jurídica que se denomina "denuncia" y que el Gobierno puede ejercer cuando lo desee, así que no hace falta plebiscito alguno para dejar sin efecto ese intrumento jurídico. Por ultimo, un católico no tiene que estar siempre en la Sacristía.

Anónimo dijo...

La perfección como argumento no es razón para argumentar, pues nada es perfecto. El principal partido de la oposición, como cualquier partido democrático, debe acatar aunque no lo comparta lo que es ley por haber sido votado por la mayoría en el Parlamento. A no ser que prefiera imponerse a la mayoría lo que no apoya el PP. Esto último tiene un nombre con el que la iglesia se sintió tan a gusto que lo echa de menos.

Anónimo dijo...

La iglesia infunde temor porque su poder se basa en el temor.

Anónimo dijo...

Cierto. Han de acatar las leyes votadas por el Parlamento siempre y cuando no estén en conflicto con la Constitucion. No obstante ésta, en al Artículo 17.3 estipula lo siguiente:
3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
Ahora bien; si se supone que diez millones de ciudadanos apoyan al PP, parece razonable que se coloquen al menos en pie de igualdad la enseñanza llamada eufemísticamente "cívica" y la "religiosa", sin que prime una sobre la otra convirtiendo a la primera en asignatura obligatoria a fin de que las cosas queden muy claras y prevalezca el criterio del Gobierno sobre el criterio familiar.
Sea perfecta o no la democracia, hay cuestiones que no se resuelven votando y ésta es una de ellas. Seguramente lo sabían quiénes hicieron la Constitución, pero no sé por qué me parece que en lo que respecta a ciertas cuestiones algunos se la saltan a la torera utilizando variados y muy hábiles subterfugios.

Anónimo dijo...

Un tema muy interesante. Salía ayer un articulo de Juan Manuel de Prada en el ABC que expresa mucho mejor que yo lo que pienso sobre el tema.
Este es un extracto. Saludos:

EN la entrevista que ayer publicaba este periódico, Esperanza Aguirre se proclamaba sin ambages detractora de la asignatura llamada Educación para la Ciudadanía y defendía el derecho de los padres a la objeción de conciencia. En otro pasaje anterior, Aguirre declaraba que respeta «la toma de decisiones libres de los ciudadanos, en contraposición a lo que hacen los poderes públicos del intervencionismo o del socialismo, que van cogiendo cada vez más espacio a la sociedad». Creo que es a la luz de esta reflexión donde debe situarse el debate en torno a la asignatura impuesta por el Gobierno, que trata de intervenir en ese ámbito de libertad personal que corresponde en exclusiva al individuo y que el Estado no puede invadir; una intervención que, para más inri, se pretende ejercer contra los más débiles e indefensos, esto es, contra quienes todavía no tienen su conciencia formada. Acierta Esperanza Aguirre: lo que se dirime aquí es, ante todo, un problema de libertad.

«La vida de los otros» nos emociona porque defiende la libertad del individuo frente a la intervención del poder, defiende ese ámbito sagrado de autonomía personal donde anida la conciencia humana. En la defensa de ese ámbito debe cifrarse nuestra oposición a la asignatura llamada Educación para la Ciudadanía. No se trata de oponerse a que nuestros hijos reciban una formación en principios constitucionales y de convivencia, sino de oponerse a la interpretación que el Gobierno pretende hacer de tales principios, postulando un discutible sistema de valores que se presenta como un imperativo imprescindible para la existencia de una sociedad cohesionada (esto es, esclavizada). Para ello, impone una «ética universal» basada en los nuevos paradigmas de derechos humanos, familia o ideología de género. A nadie se le escapa que el adoctrinamiento de las mentes infantiles mediante la ingesta de pienso ideológico produce a medio plazo unos opíparos réditos electorales; a nadie se le escapa tampoco que rebelarse contra ese orden injusto es una obligación de los espíritus libres.
Actuemos como Wiesler en «La vida de los otros». Detengamos la máquina.

Anónimo dijo...

El señor de Prada se debe a quien le paga, muy bien por cierto.

Publicar un comentario