
A propósito de las tertulias radiofónicas y televisivas, no se pierda el curioso lector la reputada columna de don Manuel Vicent en la edición de hoy del diario El País. Según don Manuel, la mayoría de estos espacios opinativos se han convertido en un chapoteo frívolo donde unos profesionales de la saliva gratuita le dan un repaso rápido e improvisado a cualquier problema del universo. Se trata de una forma como otra de ganarse la vida -dice más adelante el excelente escritor valenciano- , pero meter el terrorismo en la algarabía de las tertulias es como estar en un quirófano con el paciente abierto en canal al que unos cirujanos tratan de realizar una operación quirúrgica problemática, sin pronóstico claro, y en el quirófano entraran y salieran a su antojo celadores, enfermeras, amigos y parientes, el conductor de la ambulancia, un primo llegado del pueblo que es veterinario, el camarero de la cafetería, el cura de la extremaunción y cada uno diera su opinión del enfermo e incluso tratara de meter mano en el mondongo. Nada hay más ridículo que hablar en público de lo que uno no sabe subrayando el comentario inconsistente con el cabreo personal. A la salsa rosa hay que añadir ahora la salsa ETA, ese tomate. Precisamente por tratarse de un asunto muy grave y complicado hay que dejar el problema del terrorismo en manos de profesionales solventes y discretos. A ellos corresponde dialogar con ETA o no dialogar, detener a los terroristas, juzgarlos, apretar los dientes si se produce un atentado y continuar con el trabajo en silencio. Después de todo, vistas en perspectiva, ETA y Batasuna rompen el principio de Arquímedes: desplazan mucho más de lo que pesan, debido a que están día y noche en boca de políticos y de periodistas, que las han convertido en mercancía informativa, en un gancho electoral o en una forma de picar carne para albóndigas. Semejante tabarra llega a romper los nervios de cualquiera, pero ya somos muchos los que al oír el nombre de ETA apagamos la radio y a otra cosa.
2 comentarios:
Confieso que estoy muy interesado en los debates y tertulias, no porque en ellos se hable con propiedad, sino porque me permiten estimar el grado de madurez política y democrática de los que en ellas participan. En el tema del terrorismo se ha pasado de la crispación mas absoluta a una especie de calma chicha presidida por la consigna de "olvídemonos del pasado; ahora todos estamos de acuerdo". Como dicha calma chicha quita mucho morbo, entonces la crispación se traslada a otros temas no pactados para que, en conjunto, las tertulias y los debaten no desmerezcan. Esto es tanto más lamentable, cuando los argumentos que se utilizan están presididos por la aviesa idea de restar votos a un partido o a otro. A ver cuando se dan cuenta de que son los hechos los que restan votos y no las opiniones, pues por muy importantes que crean ser los tertulianos todo el mundo se da cuenta enseguida del pie del que cojea cada uno.
En España el periodista, por regla general, siempre fue un pesebrista, ya sea en los medios públicos o privados. Bocos, Vicent, Iglesias y unos cuantos más dignifican el oficio, pero no personifican. Son sólo honrosas excepciones.
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