miércoles, 16 de mayo de 2007

Tarancón: del paredón a los altares

Melibea

Ahora que se cumple el centenario de su nacimiento, sendos grupos de sacerdotes de Asturias, de donde fue arzobispo (1964-1969), así como de Madrid, donde prolongó su ministerio, trabajan para solicitar se le abra en Roma un proceso de beatificación a don Vicente Enrique Tarancón, figura decisiva de la iglesia católica española en el proceso de transición democrática vivido por nuestro país tras la muerte de Franco. Los más curtidos lectores recordarán el griterío ultramontano que caracterizó las manifestaciones fachas de aquellos años, donde al eminente cardenal se le condenaba reiterada y rimadamente al paredón por su papel conciliador en aquella crucial y delicada etapa del país. No creo por ello que sea su memoria, tan ejemplar en este sentido, la más idónea para que la vigente Conferencia Episcopal española, propiciadora de todo lo contrario a través de las destempladas homilías de algunos de sus respetables monseñores o las insidiosas arengas de su emisora radiofónica, favorezca la apertura de tal proceso. Sobre el papel del cardenal en ese período daba ayer muchas claves a reconsiderar don Manuel Unciti en El Diario Vasco bajo el título La misión de Tarancón:

Varios conventos de la archidiócesis de Madrid saben de muy discretas comidas del cardenal con los que ya se configuraban como los hombres de la Transición. Logró que se hablaran políticos que sistemáticamente se habían resistido al diálogo con sus adversarios, hasta entonces tenidos por enemigos. Se fue desterrando así el espíritu de revancha y la querencia de no pocos a desenterrar el pasado y a pedirse cuentas los unos a los otros. Podía moverse Tarancón con una cierta holgura en este ámbito de innegables tensiones y hasta de odios recomidos porque él, personalmente, había promovido (1971) la celebración de una asamblea conjunta de obispos y sacerdotes de toda la nación, en la que una mayoría de los votantes, aunque por desgracia no en número suficiente, pidió perdón «por no haber sabido ser ministros de reconciliación» en la perspectiva de la Guerra Civil.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué atrás se han ido algunos...

Anónimo dijo...

¡Oh, vaya¡ En realidad no era necesario poseer virtudes cristianas heóricas para saber que el franquismo no sobreviría al anciano dictador. Su Eminencia entonces hizo cuanto pudo y le dejaron para que, fallecido el "caudillo", a la Iglesia no se la acusara de haberlo apoyado años, años y años. Ni de haber bendecido a una guerra entre hermanos llamándola "cruzada". Ni de haber sembrado las conciencias infantiles del miedo a la condenación eterna realizada por un Dios Justiciero e implacable. Ni de otras cosas que me callo.
¿Santo, dicen?
Lo dicho: ¡Oh, vaya¡

Anónimo dijo...

Pues había quién lo pensó, que el franquismo sobreviviría al caudillo, y hasta quien combatió y mató por ello en aquellos años. Lo que pasa que tal como está la iglesia española hoy, santo parece Tarancón al lado de Rouco, Cañizare, su Cope y demás sobrevivientes de aquela cruzada.

Anónimo dijo...

Nada, nada; pues acallemos a la COPE en nombre de la Democracia inventando cualquier maldad y contándosela a algun juez "independiente" tan abundantes en nuestro país. De este modo, no se escucharán más emisoras radiofónicas que las del señor de Polanco, plutócrata de izquierdas, que en lugar de desparramar entre los pobres lo mucho que tiene, recoge y recoge y jamas se cansa de recoger.
¡Ay libertad de expresión, que estas a punto de quedarte en paños menores¡

Anónimo dijo...

Enseguida se ponen a acallar cosas algunos cuando de lo que aquí se habla es de TOLERANCIA.

Anónimo dijo...

Entonces procuremos ser consecuentes con lo que exige la tolerancia, que tolerar es aceptar lo que nos desagrada y no lo que nos complace y si se desea formular un juicio hay que tener siempre en cuenta tanto las opiniones que atacan, como las que defienden.

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