lunes, 9 de abril de 2007

Las tizas no se pueden manchar con sangre

Celestina Tenerías

La de hoy ha sido una jornada de manifestaciones masivas en Argentina. Un profesor falleció el pasado jueves a causa de las heridas recibidas en un enfrentamiento con la policía de la provincia de Neuquén, a 1.100 kilómetros al sur de Buenos Aires, durante una protesta por aumento de salarios. La represión se produjo cuando la policía, por orden del gobernador local, intentaba desalojar a un grupo de maestros que cortaba una ruta. Carlos Fuentealba trabajaba como profesor de química en una modesta escuela al oeste de la ciudad de Neuquén, en la patagonia argentina. El miércoles, durante la manifestación, sintió un fuerte golpe en la cabeza. Una granada de gas lacrimógeno, que había sido arrojada por un policía a menos de un metro y medio de distancia, rompió el vidrio del auto en el que viajaba y le fracturó el cráneo. Después de un día de agonía, Carlos Fuentealba falleció. Tenía 40 años, estaba casado con una maestra y era padre de dos hijas. En las camisetas blancas de miles de ciudadanos argentinos se podía leer hoy esta frase: Las tizas no se pueden manchar con sangre. El salario básico de un profesor de enseñanza pública en aquel país está por debajo de la línea de pobreza. El mes pasado el Gobierno federal acordó un incremento en los sueldos que en muchas provincias no se pudo hacer efectivo por graves problemas económicos. No hay más baja línea de penuria moral que matar a un maestro. Las tizas están para hacerse palabra, no sangre.

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