sábado, 3 de febrero de 2007

Tomates en los pies del Banco Mundial


Melibea

Al presidente del Banco Mundial, el norteamericano Paul Wolfowitz, lo nominó Bush hace casi un par de años con el apoyo unánime de los veinticuatro directores ejecutivos de la institución. Como subsecretario de Defensa de los Estados Unidos, su papel en el diseño y ejecución de la invasión norteamericana de Irak fue decisivo. La personalidad por eso del señor Wolfowitz está marcada por su protagonismo en la ejecución de las nuevas estrategias de seguridad de la Casa Blanca, su compromiso con la función de las guerras preventivas, la promoción del fundamentalismo de mercado y el tutelaje de la crisis de Irak. Como se sabe, y recuerda reiteradamente don Eduardo Galeano, no existe un proceso democrático en la elección de tan alto cargo, sino que el poder de voto es proporcional a la tajada de fondos que se manejan en el BM, donde los Estados Unidos tienen manifiesta ventaja. Júzguese según eso, y al no darse ninguna evaluación técnica sobre cualificación del candidato en relación a la función del BM, el grado de alcance de los objetivos de la entidad, a saber: promover el desarrollo y limitar la pobreza. El año pasado, pese al fuerte crecimiento económico registrado durante el último lustro, ha sido muy leve el impacto sobre el número de trabajadores que viven en condiciones de pobreza junto a sus familias. Esa reducción, además, se produjo sólo en unos pocos países. Según la OIT, el número de personas desempleadas en el mundo se mantuvo elevado en 2006 y a unos niveles sin precedentes. Podrían ser de uno de esos parados los pies descalzos de la fotografía adjunta, pero pertenecen al mismísimo señor presidente del BM durante su reciente visita a la mezquita turca de Edirne. Los ostensibles tomates de sus calcetines son impropios de quien ingresa al año la sustanciosa suma de 400 mil dólares. La imagen podría hacer juego con aquella otra de Donald Rumsfeld, anotada por la aviesa cámara Michael Moore, en la que quien fuera secretario de Defensa se atusa el cabello después de humedecer el peine a salivazos. Si ésta sirvió para ilustrar de ironía el film de Moore, la de Paul Wolfowitz le ha valido al presidente del Banco Mundial el diligente obsequio de un fabricante textil turco que le ha regalado doce pares de calcetines y una sencilla recomendación: que el señor Wolfowitz no use medias chinas -las más baratas- en evitación de percances como el visible.

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