Celestina Tenerías
No me suelo perder los artículos del eminente teólogo P. José Comblin, sobre todo cuando analizan aspectos realtivos al ámbito social latinoamericano, en el que prende su vocacional ministerio. También me interesan, y mucho, los que reflexionan sobre las perspectivas y complejidades del mundo de la comunicación, como es el caso. Sostiene Comblin en el que les sugieron lean con detenimiento, que en esta llamada sociedad de la información, anunciada ya desde los años ochenta como idílico proyecto por excelencia de la comunicación y el saber, los mensajes que más se mueven son los de las cifras, datos y más datos sobre el movimiento del dinero, de ahí que la especulación sea la actividad humana fundamental de nuestro tiempo: Desde ahora -afirma don José- , los ricos no son ya productores, sino más bien manejadores de dinero. El lugar de producción de dinero son ahora las Bolsas de Valores: la humanidad vivirá en función de ellas. En efecto, hoy día la inmensa mayoría de los capitales circula de una Bolsa para otra en un juego infinito de especulación. De esa forma se está creando una riqueza virtual que crea las grandes fortunas. Recibir la información oportuna antes que los demás y dar órdenes financieras antes que los otros, es el secreto de muchas grandes fortunas en la actualidad. Pero, todavía no se sabe si este modelo se aplicará un día a toda la humanidad. Los profetas de la comunicación entienden el saber en un sentido financiero: el saber principal es el saber sobre la evolución del dinero; todas las demás informaciones están en función de esas informaciones financieras. Detrás de todo esto está una ideología que trata de convencer a los ciudadanos del mundo para que acepten que los que dominan la información, pueden tranquilamente dominar el mundo. No se trata de una realidad observable, sino de un mito, pero un mito poderoso, y que alcanza casi su objetivo: lograr la pasividad de la población mundial, que permite que se entregue el poder a los dueños del dinero.
Reflexión y Liberación.
2 comentarios:
Uno de los efectos más perniciosos del neocapitalismo brutal en el que vivimos, es el de poner al servicio del rico y del poderoso algo que es un patrimonio común, tal como el derecho a la información. Es muy difícil luchar contra el gran capital, pero si no se hace la mal llamada era de la información producirá el aborregamiento masivo de las clases populares. La única religión que hoy se practica es la del dinero y la única Fe que existe es la que emana de la prensa, de la radio o de la televisión. Lamentable, pero cierto.
LLamarla fe es ponderarla en exceso porque su fin no es fomentar creencias sino amoldar conciencias al interñes del poder.
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