miércoles, 21 de febrero de 2007

Afanando que es gerundio

Félix Población

Un amigo ducho en hemerografía tiene a bien prestarme para la revisión inevitablemente nostálgica varios ejemplares de la revista más audaz para el lector más inteligente. Así se subtitulaba, en efecto, aquella publicación sobresaliente llamada La Codorniz, dirigida por don Álvaro de Laglesia, que hizo del humor, la sugerencia y la lectura entre líneas una sutil arma crítica contra el viejo régimen. Pues bien, pese a los años transcurridos -se trata de dos números de finales de los sesenta-, aquel formidable equipo de dibujantes y redactores (Chumy Chúmez, Eduardo, Máximo, PGarcía, Mena, Forges, etc) ha logrado arrancarme unas cuantas y frescas carcajadas, como si sobre la agudeza y gracia de sus viñetas y artículos no hubiera pasado el tiempo.

Traigo esto a colación porque uno de los ejemplares extra está dedicado a los sinvergüenzas, así, en general, y abunda en las muchas variantes que estos especialistas del descoco ejercían y ejercen en contra del bien común y para mengua de la decencia patria. Pero como ante toda generalización somos proclives a la búsqueda de lo más específico que la concrete, no he podido evitar, trasladado ese inmoral proceder a nuestra época, la vinculación del mismo con quienes desde los ayuntamientos hacen bolsa con el ladrillo para degradación del entorno.

No sé si el curioso lector habrá visto el pasado domingo, en el suplemento semanal del diario El País, una fotografía de los acantilados de Andratx. Abiertos al Mediterráneo, con una buena alzada sobre el horizonte, tal parece que vivaquean entre los roquedos los lujosos chalets y apartamentos con bellas vistas que el señor alcalde ha permitido aflorar sobre los cantiles, saltándose las normas urbanísticas vigentes o adaptándolas de la noche a la mañana a los intereses especulativos, ya fuera fabricándose unas ruinas o montando una precaria infraestructura viaria para convertir en suelo urbano el que no lo era. El señor alcalde está ahora en la cárcel y su caso puede derivar en una bomba de relojería a medida que se investigue la posible trama, que podría afectar incluso al gobierno autónomo del Partido Popular.

Esa impresentable imagen de Andratx da idea de la desfachatez y codicia que mueven a quienes hacen de la política un negocio y son capaces de roturar el litoral virgen del país y el paisaje que lo configura con esa nueva, crecida y nauseabunda estampa de barbarie urbanística. En sólo un año (2005) se dieron casi mil visados de viviendas en una localidad que apenas pasa de los diez mil habitantes.

Me gustaría pensar que quienes vienen a residir a esos confortables fortines colgados del mar por seis millones de euros, se empeñan en ello sólo por el placer de cagar a la vista del sol naciente, pero más bien pienso que su objetivo no es otro que el de afanar horizonte como provechosa inversión especuladora. Al fin y al cabo, tal como reflejaba Forges en ese número de La Codorniz dedicado a los sinvergüenzas, todo ese litoral cagado de barrabasadas urbanísticas gira en torno a un mismo axioma que el curtido humorista inscribía en una pancarta: Afanando que es gerundio.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es tan lo mismo, tan lo mismo, a pesar del tiempo transcurrido, que en vez de reir ya dan ganas de llorar.

Anónimo dijo...

Es normal que se descubran casos en vísperas electorales, pero el silencio reina en cuanto pasamos a periodos normales, por eso hay que pensar en muchos más de los que se descubren, sobre todo cuando los medios de información están comprados.

Anónimo dijo...

Si no se toman medidas para evitar esta corrupción es porque el pastel es muy grande y con discreción puede llegar a todos, de todos los partidos y de todos los colores. Una democracia que mantenga corruptela de este estilo está seriamente herida.

Anónimo dijo...

Bien dicho.

Anónimo dijo...

El buen ejemplo en el gobierno local sería un indicio muy saludable de democracia. El mal ejemplo es todo lo contrario, pero hay cosas que no se saben porque a los políticos no les conviene.

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