lunes, 20 de noviembre de 2006

La Rusia de Putin y los casos Politkovskaya y Litvinenko

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Félix Población

Al ex espía ruso Alexander Litvinenko lo han querido eliminar con matarratas en el transcurso de una cena que tuvo lugar el pasado 1 de noviembre en Londres. La historia cumple todos los requisitos para que el afamado escritor Frederick Forsyth, del que acabo de leer con gusto su penúltima novela Vengador, esboce el que puede ser un próximo e intrigante best seller, como suelen serlo todos los suyos.

Litvinenko, exiliado en la capital británica desde hace seis años como consecuencia de su dura oposición crítica a la Rusia de Putin, tenía todas las papeletas para que le tocase un procedimiento de eliminación que ya se había probado con la periodista Anna Politkovskaya, asesinada a tiros en Moscú el pasado 7 de octubre. Fue precisamente la búsqueda de información sobre este hecho la que juntó en un restaurante londinense de Piccadilly al ex espía con un tal Mario Scaramella.

Según el diario Sunday Times Alexander Litvinenko aseguró que durante la velada del pasado 1 de noviembre con su «contacto», su acompañante, que se encontraba muy nervioso, no comió nada y le dio una lista de personas, algunas de ellas agentes del FSB que presuntamente estaban relacionadas con la muerte de la reportera rusa. Scaramella frecuentaba la sede del FSB en Moscú y se había citado en varias ocasiones con el director adjunto de los servicios secretos, Viktor Kolmogorov.

Es de consignar en el currículo de Alexander Litvinenko, autor de un libro contra el régimen de Vladimir Putin titulado Dinamitando Rusia: el terror desde dentro, que después de haber sido miembro del KGB fue coronel del Servicio de Seguridad Federal (FSB), entidad continuadora de la agencia de espías de la extinta Unión Soviética. Su exilio en Gran Bretaña se produjo como consecuencia de la acusación que formuló contra sus superiores, a quienes imputó la orden de asesinar al magnate Boris Berezovsky. Litvinenko culpó asimismo a agentes del FSB de coordinar el ataque contra un edificio de apartamentos en 1999 en el que murieron más de 300 personas y que dio origen a la segunda guerra de Chechenia.

Esta acción armada podría guardar similitud en su ejecutoria con la que tuvo lugar hace dos años durante la ocupación por parte de un comando terrorista de la escuela de Beslán, en Osetia del Norte, en la que perdieron la vida 335 de personas, en su mayoría niños, antes de que la periodista Anna Politkovskaya pudiera intervenir como mediadora, tal como lo hizo en el secuestro por milicianos chechenos de un teatro en Moscú en 2002, que evitó sin duda una mayor masacre. Como se recordará, Politkovskaya fue envenenada en el avión que la conducía a Beslán y hubo de ser ingresada en un hospital hasta que felizmente pudo recuperarse.

Frederick Forsyth tiene ante sí una interesante, siniestra y compleja historia, de las que sin duda podrían llamar su atención como proyecto narrativo vinculado con la oscura contemporaneidad política del Kremlin, que probablemente sólo él pueda dilucidar desde la ficción, pues es de temer que el periodismo en Rusia -o en Londres- no esté por ahora en disposición de investigarla sin peligro de muerte.

RedDiario

Noticia (21-11-06)
CINTA COMPROMETEDORA PARA PUTIN
El ex espía habría entregado a los servicios de seguridad británicos una cinta comprometedora para Putin en la que se informa sobre intentos de asesinatos extrajudiciales en Rusia.
Agencia Efe.

Artículo (21-11-06)
SIN NOTICIAS DEL ENVENENAMIENTO EN RUSIA
Putin y el putinismo quieren controlarlo todo. La noticia de este envenenamiento se conoció en Rusia hace unos días, pero, significativamente, las grandes cadenas de televisión todavía no la han recogido. Putin no se puede presentar a las elecciones presidenciales de 2008 pero pretende controlar el proceso para dejar el cargo, aunque no el poder. Por mucho que pesen el gas y el petróleo, el déficit de confianza externo en la Rusia de Putin aumenta. El precio de la estabilidad da pavor.
Editorial de El País.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Rusia es una nación sin ley de la que depende energéticamente buena parte de Europa. Por eso los criminales ganan sin que las democracias europeas puedan hacer otra cosas que sutiles llamadas de atención.

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