Celestina Tenerías
Una caterva de simpatizantes se enzarzó otra vez en pujas históricas protagonizadas por la dirigencia partidaria. Sucedió en Argentina en torno al traslado a la localidad bonaerense de San Vicente de los restos del que fuera por tres veces presidente de aquella República, don Juan Domingo Perón. ¿Hasta tal punto puede llegar la arraigada necrofilia de los argentinos? ¿No hay nada más revitalizador por lo que luchar constructivamente entre quienes así compiten por un tan frío legado? Cuentan los periódicos de allá que don Néstor Kirchner, actual presidente de la nación, a punto estuvo de estar presente en la refriega. Por fortuna, desistió a última hora de acudir a la cita mortuoria. Cabe preguntarse por la actuación de la policía, protagonista por omisión de la conducta incivil de los congregados. Y también por la facultad de uso y abuso de las pistolas entre el gentío. Si echar mano de las armas resulta tan fácil por algo de tan inerte consistencia como las cenizas o la momia de un renombrado difunto, por mucha simbología que le cuelguen sus plurales adeptos, ¿qué no podrá ocurrir cuando están en juego la vida, el trabajo y el pan, la salud, la justicia y el progreso de los pueblos? Salgan a la calle los señores sindicalistas de la asonada funeraria y observen a los niños que se venden como trabajadores a cualquier precio con tal de sobrevivir.
RedDiario
Artículo
LAS PERIPECIAS DE UN ATAÚD CON POCAS MANIJAS
El peronismo paseó ayer, desde la Chacarita hasta San Vicente, no sólo el cuerpo de un muerto ilustre, sino su propia agonía. La agonía de aquel al que no le queda nada para dar, excepto palos, balas y mal olor. El resultado de este largo cortejo fúnebre, es una muestra evidente de un dilatado proceso de descomposición que recorre al 'movimiento' hasta los tuétanos y es, a la vez, tan poco novedoso como los que lo protagonizaron.
Daniel Cadabón, Argenpress.
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