martes, 17 de octubre de 2006

Fraga, Carrillo, los vientos y las tempestades

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Félix Población

Los insultos y abucheos contra el anciano senador don Manuel Fraga en la Universidad de Granada, tan deplorables como cualquier otro acto incivil contra la libertad de la palabra, son por enésima vez un síntoma de la degradación de la cultura democrática en España a lo largo de la presente legislatura. Si en un acto oficial de primera magnitud como la Fiesta Nacional, el pasado 12 de octubre, se abronca en público al señor Presidente del Gobierno, no ha de extrañarnos por más que nos indigne que el festival de silbidos y ofensas prosiga desde aceras ideológicas enfrentadas o nacionalismos extremos varios.

Don Santiago Carrillo, que sufrió hace meses este mismo tipo de acoso por parte de una panda de gamberros retrógrados con motivo de la presentación de un libro, ha sido como siempre de lo más explícito y agudo a la hora de señalar las causas. Si la católica iglesia ha sido capaz de manifestarse pancarta en ristre contra el Gobierno de la nación, si desde su medio informativo por excelencia se viene aventando una estrategia cainita de enfrentamiento civil, si todo un ex Presidente del país anda por el mundo pregonando la balcanización de España y si quienes desde su partido, y bajo su sombra tutelar, no dejan de propalar la bronca y la catástrofe con descomedidas y absurdas acusaciones en las que tal parece que ETA y ZP marchan en comandita para deshacernos en la nada, ¿qué podemos esperar de esas pandas de jovenzuelos airados, tan motivados por el mal ejemplo de sus mayores, sino que resuciten la inquina y el resentimiento tan diestramente enterrados durante la transición?

El señor Carrillo, que con don Manuel Fraga tanto hizo a favor de esa misma transición, estima con muy buen criterio que los insultos contra éste son el precio por todo lo que los que protestaban han visto en televisión con las manifestaciones del PP en las que se decían cosas terribles, que de vez en cuando el señor Acebes se encarga de subrayar. No dice nada don Santiago de quienes desde la emisora de los respetables monseñores convocan cada día a varios millones de oyentes, predispuestos a dejarse encantar hasta el regodeo por el verbo trapacero y el charloteo infame de una peña de advenedizos al oficio de la información que no cejan en sus propósitos de denigrarlo y denigrar asimismo el espíritu de ciudadanía en la concordia y la tolerancia.

Esa España de la rabia está de más en la España de hoy y mal haríamos en no rectificar ese malhadado rumbo de enconamiento que algunos pretenden dar a nuestro porvenir.

RedDiario

Artículo
SIN MIEDO
(...) Por si fuera poco Alfa y Omega incluye una entrevista a doble página con Alfonso Coronel de Palma tras algo más de dos meses en la presidencia ejecutiva de la cadena COPE. Don Alfonso reitera el deseo de ofrecer una información veraz con dos límites: la dignidad de las personas y el bien común. Deseos que minuto a minuto se ven cumplidos con creces a través de las frecuencias de la COPE. Pero lo mejor son las preguntas que le plantea la redacción del semanario católico. En una de ellas quieren saber "¿por qué hay tanto sectarismo y tan poco sentido común en el ámbito de los medios de comunicación?". En la siguiente, le interrogan sobre "¿por qué tanta crispación y tanta intolerancia en nuestra sociedad?". Pero, ¿se puede inquirir acerca del sectarismo, la falta de sentido común, la crispación y la intolerancia al presidente de la COPE como si la cadena radiofónica del odio, el antagonismo, la discordia y la cizaña fuera ajena a la inoculación de esos venenos en el torrente intravenoso de la sociedad? La última cuestión suscitada trata de saber por qué de la COPE se dice siempre que es de los obispos y en los demás medios apenas se hace mención a su propiedad. Para Coronel de Palma esa expresión, de los obispos, trasluce cierta suspicacia y olvida que existen otros copropietarios. Enseguida añade que una cadena de radio no puede simplemente identificarse con su grupo mayoritario accionarial. O sea, que las responsabilidades, al maestro armero.
Miguel Ángel Aguilar, diario El País.

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