lunes, 4 de septiembre de 2006

Las visitas de Chávez a Fidel Castro

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Félix Población

Estamos asistiendo, por primera vez en la historia de las relaciones internacionales, a un hecho que personalmente me parece significativo con respecto a dos líderes políticos. Dejando a un lado las interpretaciones ideológicas que cada cual pueda hacer, es digno de consideración el factor humano que prima en los sucesivos encuentros entre el presidente venezolano Hugo Chávez y el convaleciente mandatario de la revolución cubana Fidel Castro.

Gracias a las reiteradas visitas de Chávez, tres hasta ahora, hemos podido seguir muy de lejos algunos atisbos en el diagnóstico sobre el estado de salud de su gran amigo, del que de otro modo quizá no tendríamos mayores referencias. Todo va bien, al parecer, aunque la repetición de esos encuentros a lo largo del pasado mes podría dar a entender algo más que el incuestionable afecto e interés del presidente venezolano por el enfermo.

La calidez humana que se desprende de esas visitas está fuera de duda y resulta chocante en un mundo en que las relaciones diplomáticas no pasan del frío protocolo. Más allá de eso, sin embargo, está en juego el porvenir de Cuba y su transición política hacia un socialismo democrático, algo que a Hugo Chávez no se le puede escapar tras el fallecimiento, más pronto o más tarde, del carismático líder cubano.

Ayer publicaba El País una muy interesante entrevista con el director de la revista cubana Temas, don Rafael Hernández, en la que se le preguntaba si la revolución cubana podría sobrevivir a medio plazo sin una apertura económica y sin abrir espacios políticos. El señor Hernández considera que las reformas económicas están interrumpidas y se requieren cambios. También estima que es precisa la expansión de nuevos espacios de debate, como la propia revista que dirige, y el desarrollo de un proceso de expresión de ideas diferentes dentro de la revolución: No creo que pueda haber un desarrollo social efectivo sin una mayor democracia popular –afirma-. Yo estoy de acuerdo en que esos cambios los haga el PCC, en la medida en que asuma de hecho la tarea inmensa de ser el partido de la nación cubana.

Planteada la cuestión decisiva acerca de la identidad de ese socialismo democrático, don Rafael Hernández no cree en un modelo determinado, pero sí en una democracia socialista donde la gente de abajo pueda intervenir en la decisiones y controlarlas. ¿Y ahora puede?, le pregunta finalmente el periodista. En menor medida de lo que se debería, contesta don Rafael.

Las lecciones de cordial humanidad que se desprenden de las visitas de Chávez a Castro se afirman sin duda en ese porvenir abierto, verificable por un país unido en ese compromiso y ajeno a desestabilizadores intrusionismos foráneos, que dibuja con sus planteamientos el académico y periodista cubano en el transcurso de la aludida entrevista.

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