lunes, 10 de julio de 2006

ZP, el alcalde de Madrid, el orgullo gay y Alba

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Lazarillo

Dicen los medios que fomentan el insulto desde la ultraderecha popular que el señor Presidente del Gobierno no acudió a la misa papal de Valencia por temor al abucheo. Probablemente tengan razón. Al margen de su eficiencia en la administración del Estado, a ZP hay algo que nadie debería negarle, incluso entre sus más encarnizados adversarios, que es la buena educación y el sentido de la dignidad. Todos los españoles que aspiramos a esas prendas hubiéramos hecho lo mismo en evitación de que, por culpa de unas cuantas facciones de energúmenos, los telespectadores de medio mundo hubieran asistido a semejante bochorno.

La revista ultra-católica Alba, para la que sin duda no estaría de más esa llamada de atención al señor Rodríguez Zapatero a base de públicos denuestos, es muy sensible sin embargo a los que la institución vaticana pueda recibir por parte de quienes se sienten sufridores de sus dogmas. Por eso se ha permitido criticar sañudamente al señor Ruiz Gallardón por su permisividad, en tanto que alcalde de Madrid, con la Marcha del Orgullo Gay, a la que don Alberto no ha condenado según el gusto y estilo tridentinos que se estilan últimamente.

Todo porque en una emisora que compite con la COPE en proselitismo ultramontano, el señor Ruiz Gallardón se ha referido a las competencias de la corporación municipal que preside sin hacer distingos entre los obligados servicios prestados a la conmemoración del Día de Reyes, la procesión del Corpus, el día de la Vírgen de la Paloma o la referida marcha de homosexuales motivo de conflicto. Estima el alcalde de Madrid, con el único criterio que cabe establecer en estos casos, que si hay delito en las manifestaciones que se profieren en esta última es a los jueces a quienes corresponde actuar.

Duele sin duda entre los adeptos al espíritu de cruzada anti-ZP patrocinado desde las órbitas ultraconservadoras la personalidad mesurada de don Alberto, a quien repetidamente se ha tratado de agraviar con las más variopintas ofensas. Como en el caso de ZP, no tengo la menor duda acerca del alto grado de responsabilidad política, compromiso ético y sentido de la dignidad del señor alcalde de Madrid. Esos valores, a los que algunos pretenden hacer descarrilar desde un sectarismo confesional o partidista trasnochados, son fundamentales para el ejercicio de una gobernación y una oposición civilizadas.

Esperemos que algún día no muy lejano se den las dos, porque seguir como hasta ahora es tan contraproducente como tedioso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es lo que siempre hizo la iglesia tridentina: reclaman libertad de enseñanza tras imponer su dictadura confesional durante 40 años, insultan al presidente del Gobierno pero se enfadan porque sean insultada su jerarquía.

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