miércoles, 5 de julio de 2006

La condena del franquismo y las heridas del ayer

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Félix Población

Está bien que el Parlamento Europeo condene el franquismo casi un tercio de siglo después de la muerte de su artífice. También convendría recordar que los países democráticos de Europa facilitaron más que impidieron el triunfo del franquismo en 1939, pero ésa es otra historia. La que ocupa este comentario tiene que ver una vez más con la resistencia que el Partido Popular ha opuesto a esa condena en un intento baldío por hacer de su postura un sostenible ejemplo de neutralidad.

Distante de la montaraz alocución del diputado polaco ultra-católico, que defendió al extinto caudillo por su defensa de los valores cristianos frente al imperio del mal comunista, el señor Mayor Oreja insistió ayer en Estrasburgo en la línea oficial marcada por su partido respecto a la retrospección de nuestro pasado histórico más inmediato e incivil. Toda aquella iniciativa que tienda a condenar el golpe de Estado del 18 de julio y a erradicar los símbolos que lo conmemoran es censurable porque reaviva viejas heridas.

Durante los dos años y pico que llevamos de legislatura, el gobierno de don José Luis Rodríguez Zapatero ha tomado importante resoluciones con el fin de desagraviar y compensar a las víctimas republicanas de la Guerra Civil y el largo franquismo. Si algo cabe reprochar a la llamada Ley de la Memoria Histórica es que haya llegado tarde para muchos de los que podrían haber sido sus beneficiarios, sobre todo teniendo en cuenta que el Partido Socialista ya desempeñó labores de gobierno hace más de cuatro lustros.

Quizá lo que entonces se debió acometer sin reservas habría encontrado menos resistencia en una oposición mucho más centrada que la que ha encontrado ahora en una oposición en extremo pendenciera. Las broncas montadas meses atrás por el PP en casos como el desmontaje de estatuas de Franco y otros símbolos del viejo régimen se basan en la falacia de que contribuyen a reabrir viejas heridas.

En Salamanca, ciudad que honra al Generalísimo con un medallón labrado en la dorada piedra de su primorosa plaza, hubo un alcalde llamado don Casto Prieto Carrasco, eminente catedrático de Anatomía de la Universidad, que fue fusilado en 1936 por el ejército golpista. Muchos de sus conciudadanos han olvidado su nombre y su obra. La juventud, como tantas otros episodios de ese pasado en guerra, los ignora.

Don Ricardo Sanabre, catedrático de Historia Económica de la misma Universidad salmantina, se preguntaba en un reciente artículo si homenajear a quien fue un ejemplo de tolerancia en la vieja ciudad del Tormes sería remover heridas. O si lo sería también dar cristiana sepultura a los restos de familiares fusilados por el bando rebelde en las cunetas de la carretera de Valladolid.

¿No lo será más que sigan inscritos en los atrios de las iglesias los nombres de los supuestos defensores de la civilización cristiana, que se alzaron con las armas que debían defenderlo contra un régimen democrático? ¿O la propia efigie del extinto caudillo en la Plaza Mayor salmantina donde hasta hace tan sólo un año no había símbolo alusivo alguno al periodo republicano?

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AR: Europa tiene memoria, escribe don Luis Solana en su Blog, aunque olvide la culpa de Europa en el triunfo de Franco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno, amigo, de veras.

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