miércoles, 12 de abril de 2006

El amago de beso rompedor de la Reina



Que aquí no somos monárquicos salta a los ojos, pero hay detalles que no deben pasar desapercibidos para el elogio, por coronada que sea la testa que los idea y exhibe. Doña Sofía se presentó ante otra monarquía, la saudita wahabi, considerada como la más estricta en la tradición islámica, sin velo en la cabeza, con vivos colores fucsia en su siempre atinado y favorecedor vestuario y un amago de beso ante el soberano de aquellas petroleras y misóginas latitudes que mereció de éste un admonitorio gesto, pues el ósculo público entre hombre y mujer está severamente proscrito. El dedo índice del monarca, levantado en señal de amable reproche, encontró la sabia reacción diplomática de la Reina, un qué-despiste-en-qué-estaría-yo-pensando, que ahí quedó, a la vista de las televisiones (no de los fotógrafos, al parecer). Todo un gesto, mucho más efectivo que la coba de su marido al régimen saudí por permitir tímidas reformas en pro de un mayor protagonismo social de la mujer, que no alcanzan, sin embargo, a un desmarque de la ley Sharia, la del sayal negro y la cabeza cubierta.

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