sábado, 18 de marzo de 2006

Gracias, Noi del Poble Sec



Lazarillo

Cuentan que doña Esperanza Aguirre, presidente de la Comunidad de Madrid, abandonó el acto en que se le impuso a Joan Manuel Serrat el doctorado Honoris Causa por la Universidad Complutense porque se iba a la presentación del libro de don Jaime Ignacio del Burgo sobre el 11-M. El libro versa sobre la fantasiosa teoría conspiratoria avalada por don Pedro el de la Jota y don Federico el de la Cope, según la cual los fanáticos talibanes y los terroristas etarras se conchaban con los socialistas masónicos y separatistas para acabar con el aznarato genovés de gloriosa memoria.

Está en su derecho doña Esperanza Aguirre, y más que nada en su obligación de militante ambiciosilla, sacrificar una convocatoria de cultura y tolerancia por otra de insidia y malandanza falsaria, auspiciada por el encanallamiento y el resentimiento políticos. Deploro su mal gusto y los indigeribles deberes que le imponen su cargo y probados apetitos de liderazgo. Sobre todo porque el Noi de Poble Sec, encantado y feliz por la ceremonia de la que fue protagonista, se comportó con la inteligencia, buen sentido del humor y agudeza de criterio que le caracterizan y que tan poco se estilan en la actualidad.

No hubo nunca tantos ni tan espontáneos aplausos en en un acto de esas características, por lo general siempre empapado en auras de respetabilidad y circunspección. Por no faltar, y después de que nuestro admirado Serrat se definiera como catalán mestizo, bilingüe como los reptiles, aunque con mejor expresión en la lengua que le prohibieron, no faltó un Visca la mare que et va parir y un Visca Catalunya, Viva España, que nos sitúa en el anhelado y siempre deseable territorio de la concordia y la confraternidad entre culturas que algunos enturbian o pretenden enturbiar.

En otro punto de Madrid, rompeolas de todas las Españas, una caterva de políticos desfondados de ética civil y una tertulia obsesa de conspiradores mediáticos conjugaban el pasado en tiempo de asonada como si lo suyo fuera asunto de doctrina trabucaire, varados todos ellos en la Corte de los Milagros de aquella reina Isabel II. La de los Tristes Destinos, la llamaron entonces, y otro mejor no deberían tener tampoco quienes sienten esa decimonónica nostalgia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eso es estilo y verdad, Lazarillo, enhorabuena.

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