jueves, 2 de febrero de 2006

El apoliticismo de la juventud

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Lazarillo

Quienes tenemos hijos de corta edad o mantenemos una memoria más o menos elocuente de nuestra infancia, sabemos o recordamos que nada hay más desasosegante para un niño que el aburrimiento. El tedio choca frontalmente con la predisposición psicológica y lúdico estado de ánimo de la niñez y puede generar, además, una nefasta semilla que fructifique en la mocedad si no se cuenta con el apoyo familiar, educativo y social que evite su desarrollo.

Según una encuesta de la Fundación de Ayuda contra la Drogradicción, seis de cada diez jóvenes en España pasan de política y sólo 3 de cada diez están adscritos a una ONG o sindicato. El 11 por ciento se declara manifiestamente apolítico, definición que engloba por lo general, a juicio de los expertos en la verificación del sondeo, una predisposición ideológica antidemocrática y xenófoba.

Predominan en esa mocedad desmotivada cuyo porcentaje rebasa la mitad de la población comprendida entre los 16 y los 25 años tres sentimientos o sensaciones que apabullan por su crudo perfil sociológico: la pasividad, el desinterés, el aburrimiento. Quizá sólo a partir de tal vacío existencial se pueda llegar a ingresar en ese 11 por ciento de apoliticismo que tantos riesgos comporta como tobogán hacia unas ideas y creencias totalitarias.

Por aburrimiento, ante la carencia de alternativas creativas, deportivas o educativas en la órbita de sus familias, colegios o municipios, una panda de mozalbetes hastiados puede pasar de abofetear a peatones al paso por mero divertimento a quemar mendigos en un cajero automático con una mueca de estúpido regodeo en los labios.

Las instituciones, nuestros políticos, esta sociedad nuestra que dicen del bienestar, todos cuantos consideramos que la juventud es y debe ser el motor del porvenir de los pueblos, tenemos que reparar en el grado de desatención social en que la tenemos sumida como proyecto de futuro. Su respuesta ante nuestra negligencia se refleja sin duda en esa indiferencia con que declaran su desinterés o apolitismo ante los asuntos públicos.

El vitalísimo y gran poeta Miguel Hernández dejó escritos unos versos que glosaban aquella mocedad brutalmente sacrificada por una guerra civil. ¿Y la juventud?, se preguntaba, y la respuesta no podía ser otra que la más aciaga de las rimas en concordancia con aquel gran matadero: En el ataúd.

Saquemos del ataúd de la apatía social a esos seis de cada diez españoles privados de la razón de ser que es consubstancial con su edad. A ellos les toca por necesidad de sentido y creencia la renovada inquietud de vivir y dar y darnos vida. Evitemos que su desinterés e indiferencia crezcan y sean a la postre un caldo de cultivo en contra de sí mismos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo peor de todo es que se habla más de los jóvenes desalentados, esos seis de cada diez, que los jóvenes activos, esos tres de cada diez.

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