viernes, 16 de diciembre de 2005

El caso de doña Pilar Elías: la víctima y el verdugo

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Lazarillo

Doña Pilar Elías, concejala del Partido Popular en el ayuntamiento de Azcoitia, es una de las muchas ciudadanas a las que ETA dejó viuda tras la aplicación de su tradicional método asesino de vindicación política. Su marido perdió la vida en 1980 y pocos días más tarde fue detenido el bizarro gudari que apretó el gatillo contra don Ramón Baglietto.

Se llama Cándido Aspiazu Baristain y fue condenado a casi cincuenta años de prisión. Puesto en libertad condicional quince años después, el señor Aspiazu no sólo se acomodó en el lugar de residencia de su víctima, sino que adquirió, hace unas semanas, un local situado en los bajos del edificio que ocupa doña Pilar Elías.

Por la cantidad abonada, un total de 120.000 euros, se conoce que el ex terrorista -quizá sobre lo de ex porque hay en Euskadi quienes tienen a gala ese servicio- disfruta de una bien saneada posición económica para promover su negocio, sin que hasta ahora haya sido retribuida la víctima y sus hijos con la indemnización a que tienen derecho.

Resulta de todo punto inadmisible que esas circunstancias denunciadas por la señora Elías puedan plantearse. Acaso, de no existir el Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo, a doña Pilar le hubiera sido más costoso y dilatado que las mismas sean corregidas con la urgencia y diligencia precisas.

En ese sentido es digna de elogio la solicitud del señor Peces Barba al Ministerio de Justicia de que sean aplicados de inmediato los artículos 48 y 57 del Código Penal en evitación de esos azares de reencuentro entre los autores y cómplices de terrorismo y sus víctimas. Lo que no se entiende es la dilación para que tal aplicación haya de reclamarse a posteriori, tras la previa y afrentosa humillación e indignación que para doña Pilar habrá supuesto comprobar lo bien que rehace su vida el asesino de su esposo delante de sus narices.

Con los matices que se quiera, la señora Elías ha estado a punto de sufrir -doy por supuesto que se remedie de inmediato- una experiencia similar a las del recochineo nazi ante la comunidad judía en los principios de aquella gran tragedia.

PS.-En efecto, tal como puntualiza una diligente lectora de este Diario, los brazos de la victima mortal del pistolero de ETA libraron a éste de ser atropellado por un camión siendo niño.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y qué opina el gobierno nacionalista de aquel hermoso país nuestro?

Anónimo dijo...

El ciudadano asesinado por ese individuo fue quien, siendo niño el terroristo, evitó que fuera atropeyado por un caminón junto a su madre y un hermano. Información publicada por el diario El País.

Anónimo dijo...

Se supone que el pistolero habrá necesitado un crédito para poner su negocio. A los ciudadanos normales se nos piden avales para eso. ¿De qué avales dispuso el Aspiazu este? Y lo de no indemnizar a los familiares de las víctima igual es porque lo declararon insolvente para eso y no para montar su empresa.

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