lunes, 21 de noviembre de 2005

Los muertos del 20-N

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Félix Población

Con motivo del trigésimo aniversario de la muerte de Franco, llevados sin duda por la redondez del guarismo, han sido muchos los medios que ha dispensado a la efeméride más atención y dedicación que en años precedentes.

Hemos podido saber, así, que las 150.000 víctimas asesinadas en el bando republicano aún esperan que la comisión interministerial nombrada al efecto hace más de un año, y dirigida por la vicepresidenta Fernández de la Vega, honre su olvido y toda una historia cargada de agravios.

En el Valle de los Caídos, ultima residencia del dictador, se hallan los restos de no pocos de los ejecutados por el franquismo en las cunetas del país y muchos de los republicanos fallecidos tras la guerra en las cárceles, obligados a compartir el último sueño con sus verdugos para que todos fueran caídos por Dios y por España.

Pero este 20-N, aparte de las víctimas más antiguas del fascismo, representadas también en el sexagésimo aniversario del proceso de Nüremberg, ha coincidido además con pasajes no menos siniestros y mucho más próximos en la historia de nuestros días.

El pasado viernes, en Santiago de Chile, el general Augusto, devoto de Franco, era obligado a comparecer en un careo judicial con el jefe de su policía, general Contreras, máximo responsable de la DINA, con tres mil muertos y desaparecidos en su haber. Ambos desayunaban juntos mientras proyectaban esa macabra ejecutoria contra los opositores al régimen.

Dejaron de hablarse cuando la justicia empezó a pedirles cuentas y cada cual pretendió desembarazarse de su siniestro servicio a la patria. Aunque se cuente en las crónicas que los dos se comportaron con suma dignidad en el careo, me resisto a creer que pueda haberla con la memoria de tanta sangre. Mucho menos cuando el encuentro debió estar marcado por la mutua y vergonzosa inculpación de responsabilidades.

Estos días también, junto a las fotografía de los dos ancianos militares, hemos podido observar en los periódicos las de algunas de las víctimas torturadas y asesinadas en Argentina durante la dictadura militar. Los negativos fueron rescatados por un preso de la escuela Mecánica de la Armada, mazmorra mayor de tormentos del régimen.

Dos jóvenes visiblemente golpeados y una mujer de cierta edad descubren en sus rostros el desolado martirio de la indefensión. La señora tiene los cordones de los zapatos desatados y ese detalle evoca por sí mismo todo la orfandad de porvenir que le aguarda. Se llamaba Ida Adad y acabará en el mar, arrojada desde un avión en 1980, por decisión de unos generales que, como los del careo, sólo aciertan a reprocharse grotescamente la cantidad de culpa por tanto crimen.

Para tanto horror sería el olvido, como titulaba ayer un diario nacional, la segunda muerte de las víctimas.

Nota.- Para más detalles sobre el CaCareo entre los generales chilenos, pinche aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo un caCareo envilecedor,

Anónimo dijo...

Como a los socialistas les reprochraon aquello de remover heridas por quitar unas cuantas estatuas del dictador, la comisión de doña Teresa duerme sin que nadie salvo los efectados sienta ese olvido.

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