miércoles, 2 de noviembre de 2005

Breviario:
Con hambre no hay lágrimas

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Melibea

Los periodistas suelen abundar ante la tragedia en el relato descarnado. La sangre vende mucho, se dice en el gremio. Por eso cuando se choca con un artículo sobrio, directo, de palabras corrientes, frases cortas y estricto apego a la realidad comprobable, donde los datos refuerzan con el laconismo de las cifras lo que está pasando, el lector no puede resistir su conmoción. En el texto de Joyce Mulama se cuenta el drama de África. La nación elegida en este caso es Kenia. Allí, un niño de cuatro años yace enfermo en un hospital, sin fuerzas para llorar porque el hambre le impide derramar el sonido de las lágrimas. En septiembre, el presidente de ese país solicitó 33 millones de dólares para aliviar la miseria de un millón largo de keniatas. Un mes más tarde se anunció en Nairobi la edificación de una mansión para el jefe de Estado por valor de millón y pico de dólares. Con hambre no hay lágrimas, sólo hay pateras que fleta Mwai Hibaki, el señor presidente.

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