martes, 18 de octubre de 2005

Maestro Haro

Lazarillo

Este Lazarillo ha de usar por anhelo de vida el presente al dedicarle estas líneas a don Eduardo Haro Tecglen, herido del corazón. Tengo con Haro comunes aficiones, aparte del oficio, en el que también compartí un mismo regente de imprenta, muchos años después. Decía El Moro, que lo conoció en Tánger, que don Eduardo era un maestro y que, por encima de la profesión, sólo estaban los perros y el teatro. Cuando este Lazarillo residía en la Villa y Corte, Haro y el firmante se trataron sobre todo en las plateas y en la clínica veterinaria de la Avenida del Mediterráneo. Espero que el corazón puesto en esas charlas haya curtido su pecho para vencer la gravedad de esa herida. Salud, maestro.

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