jueves, 20 de octubre de 2005

Los obispos y los inmigrantes

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Lazarillo

Cuentan las crónicas que en el pasado sínodo de obispos, primero bajo la dirección del actual pontífice, no pasó desapercibida la idea de volver a separar a los niños de las niñas durante su periodo escolar. También se discutió muy a fondo si era preferible comulgar con o sin la intervención de la mano del feligrés. Preocupó mucho asimismo a los convocados el proceloso fantasma de la homosexualidad en los seminarios.

Embebidos en estas sesudas reflexiones, los señores obispos pasaron por alto el drama de los inmigrantes subsaharianos en nuestras fronteras de Ceuta y Melilla. Ellos, que tan informados deben estar de las penosas circunstancias del continente africano a través de la extraordinaria labor misionera de religiosos y religiosas desplazados a esas tierras, apenas repararon en la dimensión de tan deplorable tragedia.

Por eso las Comunidades Cristianas Populares de Cádiz, muy próximas a las afrentosas circunstancias sufridas por la dignidad humana en las personas de quienes buscan sobrevivir donde la vida es posible, les han reprochado a los monseñores su silencio pastoral, acaso porque en nuestro país la ley reguladora del matrimonio entre homosexuales o la próxima manifestación de la CONCAPA contra le Ley de Educación del gobierno les tiene comido el seso.

Gracias precisamente al oportuno aldabonazo de esas comunidades gaditanas de creyentes, los señores obispos se han apurado a instar a Rabat ayer mismo, con notable lentitud de reflejos tras los muchos días transcurridos, a que evite más muertes de subsaharianos, pues la vida de toda persona es sagrada y nada puede justificar la muerte de quienes intentan pasar una frontera.

La declaración, emitida a través de la Comisión Episcopal de Migraciones, alude asimismo a la necesidad de erradicar las causas de esas penosas diásporas, cuya raíz está en la injusta distribución de las riquezas, del desarrollo y del bienestar.

Pues a ello, y déjense los respetables pastores de obsesiones históricas, finanzas recaudatorias y matices litúrgicos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si el retraso histórico del Vaticano es proverbial, no nos ha de extrañar que lo mantenga con la actualidad.

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