lunes, 17 de octubre de 2005

Cumbres y pobreza

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Félix Población

Recién pasada la de Salamanca, y comprobado a la distancia del ciudadano de la calle lo que una Cumbre moviliza y exige, preguntarse por el costo de la misma es algo que vale más no saber. Pasaría de ser una añadidura algo más que desagradable a las incomodidades sufridas por los habitantes de la pequeña ciudad donde se celebró la decimoquinta edición de la convocatoria iberoamericana.

Que uno conozca, sólo en el ámbito de los países que conforman esa comunidad tan vinculada a nuestra historia y cultura, se pueden catalogar como Cumbres las reuniones del Mercosur, el Grupo de los 15, el Grupo de Río, la Cumbre de las Américas, la Cumbre Suramericana, las citas de la Comunidad Andina y puede que alguna otra que se me escape.

Lo probable es que de todas ellas salgan sus protagonistas, llámense presidentes o ministros, con la estimulante convicción de que esos encuentros son positivos para el progreso de sus respectivas naciones y el conjunto global de su futuro en el mundo. Es lo que acaba de ocurrir en Salamanca, acaso con más capacidad de certidumbre que en ediciones precedentes, cuando se ha destacado la necesidad de impulsar la democracia y la educación ante el desafío de la pobreza.

Hoy precisamente se conmemora, que no celebra, el Día contra la Pobreza. Treinta mil seres humanos mueren cada día de hambre en un mundo en el que el un 10 por ciento de privilegiados acapara el 70 por ciento de las riquezas del planeta. La mitad de la población mundial esté sumida en la miseria.

Con esos datos, son muy dignas de consideración las palabras de don Álvaro Uribe, presidente de Colombia: Hay que hacer austeridad en la diplomacia mundial. En unos tiempos en que las comunicaciones por videoconferencia podrían ser una eficaz herramienta de trabajo, reducir la proliferación de las Cumbres con toda su aparatosidad presencial redundaría en un substancial ahorro económico para beneficio de unos países que, como los iberoamericanos, no están para permitirse tales dispendios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin aparatosidad presencial no hay espectáculo mediático. Eso sigue siendo mas importante que nada.

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