miércoles, 21 de septiembre de 2005

Zapatero, suspenso en diplomacia

Félix Población

Cuentan quienes tuvieron la oportunidad de vivirla entre cajas que la cumbre hispano-alemana de León, ciudad de crianza y mocedad de nuestro presidente, transcurrió en un clima de mutua simpatía y armoniosa relación entre don José Luis y el canciller Schröder. Puede que el ámbito familiar del terruño prestase a la convocatoria algunos de los alicientes para que así fuese. En lo fundamental, sin embargo, lo que contaba era, además de una afinidad ideológica y un mismo criterio respecto al conflicto iraquí, el trascendental papel que juega Alemania en la política económica del viejo continente.

Temo que el señor Rodríguez Zapatero se haya dejado arrastrar por un apasionado recuerdo de esa cumbre con Herr Schröder. De otra forma no se explica su visceral reacción, más propia de su militancia socialista que de un jefe de gobierno, ante el resultado de las pasadas elecciones alemanas. Quizá la súbita e imprevista reacción del SPD, capaz de lograr un insospechado empate técnico con el CDU en ultimísima instancia, haya favorecido tan impulsivo desbarre diplomático por parte de don José Luis.

Congratularse porque el actual canciller cosechara a la postre más confianza de la prevista entre los electores e ignorar que ha sido la señora Merkel la candidata más votada, no es lo correcto ni lo más provechoso para el país que Rodríguez Zapatero representa. Si ya con Doble V Bush hay problemas diplomáticos, sin que a nuestro presidente quepa achacar más responsabilidad que la de cumplir sus promesas con la ciudadanía, sería muy de lamentar que las relaciones se enturbiasen con Alemania por tan simple metedura de pata.

Para ello sólo sería preciso que la señora Merkel, con las alianzas negociables que fuera menester, llegase a cancillera, algo que Zapatero no pareció tener en cuenta cuando cometió la imprudencia de manifestarse desde La Moncloa como líder del Partido Socialista.

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