viernes, 26 de agosto de 2005

Torpeza y negligencia de Pérez Touriño

Félix Población

En ambos sucesos hubo fallecidos, pero la diligencia del presidente del gobierno en testimoniar con su presencia personal el apoyo del Estado fue distinta. Si tras el siniestro de Afganistán en el que fallecieron 17 soldados españoles don José Luis estuvo de inmediato en Madrid, con la misma presteza debió acudir a Guadalajara después del terrible incendio que asoló la provincia y costó la vida de once operarios.

Es lo malo de los ejemplos poco edificantes, que sientan precedente y suelen ser asumidos por quienes van detrás en los escalafones del liderazgo con más fidelidad que los gestos modélicos. En el caso del señor Pérez Touriño, flamante presidente de la Xunta de Galicia, sus explicaciones sobre por qué no ha acudido hasta ahora a visitar alguna zona de la gran superficie quemada de su tierra son de todo punto absurdas: para no entorpecer las labores de extinción, ha dicho, y hasta puede que se lo haya creído.

Al día de hoy, la extensión de bosque arrasada por las llamas en esa Comunidad durante el mes de agosto supera las 10.000 hectáreas, equivalentes a otros tantos campos de fútbol. Jornadas hubo en que se daban en Galicia hasta más de un centenar de incendios a la vez sin que el señor presidente se levantara de su sillón para interesarse in situ por los afectados. Todos hemos podido ver por televisión, ante la reiterada precariedad de medios para sofocar tal desastre aquí y en otras regiones del país, cómo el vecindario recurría a cubos y mangueras domésticas en evitación de que el fuego lamiera sus casas.

Esos vecinos, señor Pérez Touriño, por muy ocupado que esté su gabinete en desvelar el déficit de más de 500 millones de euros con que el anterior gobierno regional obsequió al actual, le puedo asegurar que hubieran agradecido su visita, máxime cuando acaba usted de estrenar el cargo y su país confía como mínimo en gestos como el que su torpeza y negligencia no ha tenido a bien mostrar hasta ahora.

Con actitudes como la suya y declaraciones como la de la ministra de Medio Ambiente, señora Narbona, acusando de permisivos a los gallegos con los pirómanos, se tiene la sensación de que este gobierno, como los anteriores, tiende a solapar la magnitud de una catástrofe que se repite cada verano en nuestra geografía peninsular sin que se tomen de una vez todas las medidas eficaces y urgentes para atajarla.

Los bosques de España necesitan limpieza, mantenimiento y vigilancia, señora ministra, y para eso sólo es preciso más personal consciente y preparado para esos imprescindibles menesteres. Las colas de jóvenes parados frente a las oficinas de empleo podrían darle a usted y a su compañero Touriño alguna idea.

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