martes, 16 de agosto de 2005

Lula y la corrupción

Félix Población

Fue muy estimulante en su día, para Brasil y el subcontinente iberoamericano, la elección democrática del socialista Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de la nación. El acceso al poder del Partido de los Trabajadores presuponía para aquel inmenso país, afectado por grandes desigualdades sociales, una expectativa real de cambio. Lo reclamaba un tercio de la población (44 millones de habitantes), suma total de los brasileños menesterosos. A todos ellos prometió Lula, como inicial y loable empeño de su mandato, tres comidas al menos a diario.

Ahora, a un año de la celebración de nuevas elecciones, el partido del presidente socialista está involucrado en graves corruptelas que amenazan seriamente su futuro político. Quienes llegaron a la gobernación del país con afanes de rescatarla de su largo currículum de granjerías, no han podido resistirse a sus arraigados y enviciados tentáculos. De nada le ha valido a Lula disculparse públicamente y garantizar su personal desconocimiento de esas prácticas. Todo parece indicar que su porvenir y el de su partido están tocados.

Es bastante descorazonador para un régimen democrático que ha elegido a una formación política con intenciones reformadoras, entre cuyos principios figuraba el del adecentamiento de las infectas estructuras internas, tener conciencia de que la experiencia ha salido mal. Saber a ciencia cierta que, como en la Nicaragua de Somoza o en el Chile de Pinochet -con la familia del general pringada también en la ilicitud de la rapacería dineraria- la corrupción política en el subcontiente no parece distinguir entre dictaduras y democracias.

Lo más deseable para el inmediato porvenir es que las consecuencias de cuanto está ocurriendo en Brasil no afecten a la orbita de franca y progresista evolución de varios de los regímenes iberamericanos. Falta saber a este respecto qué incidencia tendrá en las economías de los países de su entorno un presumible resentimiento de la poderosa economía brasileña. Todo va a depender de cómo se solvente políticamente la compleja crisis vigente y de la capacidad de convencimiento ideológico o desencanto frustrante con que los brasileños acudan nuevamente a las urnas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Salvando las distancias, esa corrupción que acaba con la esperanza de los ciudadanos recuerda un poco la etapa corrupta del PSOE en España que le valió al PP dos legislaturas en el poder.

Anónimo dijo...

Hay que salvar muchas distancias porque la situación de Brasil es muy distinta. Lo más probable es que acabe con el Partido de los Trabajadores. Es posible que ese partido se reconvierta para limpiar su imagen. De todos modos, cabe imaginar que no vencerá la izquierda en las própximas elecciones. Lula debería dimitir y convocarlas ya.

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