jueves, 16 de junio de 2005

Las Madres de Mayo vencen a sus verdugos

Félix Población

Las imágenes de hace más de veinte años quizá fueran observadas con indiferencia por los sicarios. Puede incluso que en los labios de éstos hubiera un rictus de irónico desdén. En aquellos corazones podía arraigar cualquier tósigo capaz de anestesiar el sentir. En el de sus víctimas sólo crecía la flor de la justicia irrefrenable contra todo acomodamiento, contra toda indiferencia. Justicia contra el terror de Estado, fría y metódicamente ejecutado durante el septenio más negro de la República Argentina. Las Madres de Mayo salieron un día con su dolor y rabia a la plaza bonaerense, cuando aún el silencio de la dictadura espesaba la atmósfera de amenazas. ¡Pobrecitas!, se podría argüir, ¿adónde van con su edad y su pena frente a la acerada coraza de los ejércitos genocidas?

Aquel paseo circular, iniciado con tanta discreción como firme y hondo empeño de lucha entre una ciudadanía aún acobardada, prometía ser muy dilatado. Puede que algunas madres hayan perdido la vida en el camino, pero sus pañuelos blancos siguieron ondeando en la cabeza de sus compañeras y con ellos el nombre de sus hijos. Nombres gritados, flameados, descritos en la voz y las lágrimas de estas mujeres a quienes un negro viento de furia desalmada arrebató sin rastro ni memoria lo que más querían.

Los casos de esa masacre constan con detallado y espeluznante rigor en el llamado Informe Sábato, prologado por el anciano escritor con el firme propósito que lleva por epígrafe, Nunca más: Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán los hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.

Pero la democracia de Raúl Alfonsín y Carlos Menen (¿no obtuvo el primero un Premio Príncipe de Asturias a la Concordia?) no hizo nada en pro del Nunca Más. Antes bien cercenó esa humanitaria razón e inquebrantable derecho de vivir en libertad y justicia al amparo de unas leyes, las del Punto Final y Obediencia Debida, que consagraban la impunidad de los delitos de abducción, desaparición, tortura y asesinato cometidos contra millares de personas (de ocho a treinta mil en sólo siete años).

Nada ni nadie pudo contra la voz y el mensaje obstinado y permanente de las Madres de Mayo en estos dos largos decenios. Su reciente victoria bajo la presidencia de Kirschner va a suponer para ellas asistir por fin al procesamiento de los centenares de verdugos que acabaron con la mocedad de sus hijos. Lo más lamentable de todo es que, mientras los sicarios pudieron vivir más de cuatro lustros en la impunidad, las Madres hubieron de hacerlo en la desesperación y la angustia de creer que jamás llegarían a ver lo que hoy celebran. Todos lo celebramos porque estamos más cerca, ahora sí, del NUNCA MÁS que a todos nos atañe.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora lo que no debe pasar es lo que ha venido ocurriendo con el general Pinocho en Chile durante estos últimos años. Hasta que los culpables no sean condenados no me creeré que se ha puesto en Argentina punto final a la impunidad.

Anónimo dijo...

Después de una dictadura feroz, una corrupción similar, una crísis ídem y un exilio brutal, la eliminación de las leyes que amparaban a los genocidas es sin duda una buena noticia, pero con esos precedentes también se puede esperar que la justicia se haga mierda a la hora de su aplicación ejecutoria. Yo eso es más bien lo que pienso desde esta España en la que vivo desde que no me dejaron vivir allá. Enhorabuena por su Bitácora. Me parece de los más correcto en el uso del sentido común crítico. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Es una pena que ningún periodista avisado contacte con Nueva York y le pregunte a nuestro valioso juez Garzón qué opina de lo de Argentina, si el país está como para asegurar que al final se va a imponer justicia contra los terroristas que gobernaron aquel país.

Anónimo dijo...

Argentina perdió por culpa de la dictadura, que trajo consigo la crisis económica, buen número de excelentes profesionales cualificados, entre ellos buena parte de la juventud. El crimen de los generales, treinta años después, lo han pagado no sólo las familias de los desaparecidos y asesinados, sino todo el país.

Anónimo dijo...

No me puedo imaginar a los verdugos compareciendo ante los tribunales. Es una reparación tan justa que no me la creo. A esos viejecitos, que usarán la silla de ruedas como su camarada chileno, quién les va a sentenciar con lo que merecen.

Anónimo dijo...

Queremos ver los nombres y las caras de esa gente. Aunque sólo sea por eso, ya merece la pena esta noticia.

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