viernes, 27 de mayo de 2005

La inmunda pestilencia de la pedofilia en Internet

Félix Población

Alarma que unos padres fichen a un canguro por tres euros/hora y no se impongan ninguna reserva a la hora de confiarles a sus hijos. Denota por lo menos dos cosas: un atosigamiento económico que les hace escatimar al máximo la tarifa por el cuidado de sus niños y -lo que es más grave- una negligencia absoluta para asegurarse a conciencia de la identidad de la persona contratada.

Acabamos de asistir horrorizados, una vez más, a la detención de una banda de indeseables pederastas que a través de Internet exhibían por nuestro país el repulsivo mercadeo de sus aberraciones. La reiteración en la captura de este tipo de gentuza, que no conoce fronteras ni límites en su bestial acometida contra la infancia, denuncia la existencia creciente de una clientela sin conciencia ni escrúpulos, capaz de atentar con su pasiva o activa demanda contra el valor más fundamental de la dignidad humana.

Si la dignidad que nos debemos no es respetada en la persona de los niños, a quienes hemos de dispensar los máximos desvelos y custodia, la sociedad por la que transitamos mal puede procurarse estímulos de ejemplar convivencia, de la que tan necesitada anda. Extirpar de raíz esas redes de la aberración ha de ser una meta prioritaria en la investigación policial, tan diligentemente cumplida en esta ocasión a partir de un simple billete de tren hallado en la mano de una de las víctimas.

Pero, como en el caso de los maestros cuando no pueden con los niños consentidos o golfos, el celo policial ha de contar también con la atinada educación y resguardo de los padres ante el riesgo de indefensión que corren sus niños frente a semejantes energúmenos. A nuestros hijos debemos dedicarles atención y tiempo. Sin eso, tan costoso en esta vertiginosa vida nuestra, vale más no arriesgarse a que caigan en cualquiera de los agujeros negros abiertos en nuestro entorno.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Convendría preguntarse ante circuitos de ese carácter lo que le ocurre a nuestra sociedad para que violente de ese modo a los seres más débiles de la sociedad. ¿Es el tedio del consumo y el hastío por todo lo que lleva a ciertos individuos a ese estado de bestialismo¿ ¿Qué está pasando para que se asedie, ataque, secuestre y viole a los niños para hacer de eso un espectáculo con clientela fija?

Anónimo dijo...

Yo no sé si recuerdan el caso de una red de pederastia en el sur de Francia en la que estaban implicados familiares directos de los niños. El juicio fue muy sonado para la poca repercusión sociológica que se le dispensó. Alli se hablaba de venta de niños para las relaciones sexuales y se diría que lo que se contaba más parecía cosa de secta que de una comunidad de vecinos aparentemente normal. ¿No estaremos rozando los límites de la depravación por un definitivo apagamiento humano de nuestra sensibilidad?

Anónimo dijo...

Hay que felicitar a la policía española por su labor y reforzarla en la persecución de ese tipo de delitos. Lo que no puede suponer el ciberdelito es el recorte de la libertad de expresión por Internet. Su accesibilidad global e instantánea al servicio de la comunicación no puede sufrir la más mínima reducción por grave que sean, como en el caso de las redes de pederastia, los delitos que tengan a Internet por medio de difusión. Desde Suecia, un saludo cordial a Diario del Aire.

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