sábado, 28 de mayo de 2005

Destrucción y expolio del patrimonio cultural de Irak, raíz del nuestro

Lazarillo

Las tablillas de arcilla de los sumerios, primer antecedente del libro como soporte de cultura, datadas en 5.300 años, desaparecieron del Museo Arqueológico de Bagdad tras la toma de la ciudad por el ejército invasor. Igual ocurrió con las tablillas del Poema de Gilgamesh, rey de Babilonia, donde se contiene la más antigua reflexión sobre la condición humana. El saqueo, destrucción y expolio del patrimonio cultural iraquí, raíz de nuestra cultura, supuso en palabras del escritor Fernando Báez, autor del libro que lo denuncia con pruebas y testimonios fehacientes(*), el primer memoricidio del siglo XXI.

Todo se produjo en apenas tres días, entre el 8 y 10 de abril de 2.003, durante los cuales el vandalismo no conoció límites porque las tropas norteamericanas, vulnerando la Convención de La Haya de 1954, no lo impidieron. El Museo Arqueológico perdió al menos 30 obras de valor inconmensurable, la Biblioteca Nacional sufrió la quema de más de un millón de libros y en el Archivo Nacional se convirtieron en cenizas dos millones de documentos. Ardieron más de 700 manuscritos antiguos y 1.500 desaparecieron de la Biblioteca Al-Awqaf. También fueron arrasadas la Casa de la Sabiduría, la Academia de Ciencias y la Universidad de Bagdad.

Lo mismo que sucedió en la capital ocurrió en los centros de cultura y saber en Basora y Mosul, así como en miles de asentamientos arqueológicos de bíblica resonancia e inestimable valor testimonial en la historia de nuestra civilización: Nínive, Uruk, Ur, Hatra, Babilonia. Las piezas expoliadas, transportadas hasta Kuwait o Damasco, han llegado a manos de potentados coleccionistas privados en Roma, Londres, Berlín o Nueva York. ¿Podría imaginarse destino peor para el lugar donde comenzó nuestra civilización?, se pregunta el autor venezolano.

Dice Noam Chomsky en la presentación del libro de Báez que las fuerzas de la coalición sólo fueron cuidadosas dentro de su responsabilidad protectora con el Ministerio del Petróleo. Esa negligencia con la custodia del patrimonio cultural iraquí, sin embargo, implica unas sanciones penales que no prescribirán. Los riesgos de destrucción y expolio eran conocidos por la CIA y hay informes secretos que así lo revelarán en el futuro. Estas comunicaciones constan y deben ser expuestas cuanto antes para vergüenza de quienes ejecutaron la invasión de un país con el mendaz señuelo de la libertad, en el aventurado supuesto de que la vergüenza subsista entre los culpables de estas nuevas páginas de barbarie en la historia de la humanidad.

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(*) Báez, Fernando: La destrucción cultural de Irak.- Ediciones Flor del Viento, España, 2004.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué poco se habló de estas cosas en los medios, apenas una cuantas ráfagas los primeros días de la invasión y hala, cumplidas portadas, ni una palabra más. ¿No sería ahora cuando habría que hacer balance de toda esa oleada de barbarie comparable o quizá muy inferior a la de la invasión de los mongoles hace siglos. Así llaman los iraquíes a los americanos, los nuevos mongoles. ¿Sabremos alguna vez todo lo que se ha perdido en la Ciudad de la Paz, nombre que define en áraba a Bagdad? ¿Sabremos alguna vez lo que todos hemos perdido con esa sucia guerra declarada unilateralmente por el estado más poderoso del planeta contra un país empobrecido por las sanciones que esa misma nación todopoderosa dictó contra Irak?

Anónimo dijo...

Leeré ese libro, pero me temo que toda guerra aniquila memoria, pasado y futuro del país invadido y del país invasor, que ha de remodelar la verdad, la historia, las huellas...
Un abrazo virtual

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