lunes, 2 de mayo de 2005

¿Intuiciones o imágenes? : Benedicto XVI mejorará la libertad en el interior de la Iglesia

Lazarillo

Un hombre como el jesuita Pedro Miguel Lamet (Cádiz, 1941), autor de un libro cuya valoración reside en su valentía, rigor e independencia de criterio en el tratamiento de la figura del anterior pontífice (“Juan Pablo II, hombre y Papa”) acaba de hacer pública su intuición de que Benedicto XVI mejorará la libertad en el seno de la Iglesia. Lamet, que estuvo al frente del semanario católico “Vida Nueva” desde el franquismo hasta 1987, fue silenciado por la nunciatura de Juan Pablo II por la libertad de conciencia y tratamiento con que abordó en su día la Teología de la Liberación, el celibato, la ordenación de la mujer o la influencia del Opus Dei.

Conminado a dejar esa labor crítica si quería seguir perteneciendo a la orden, y tras dos lustros de silencio informativo en los que el jesuita se dedicó como escritor a la novela histórica, sorprende en cierto modo su juicio positivo sobre el nuevo Papa alemán, sobre todo cuando afirma, a través de los primeros gestos, actitudes y mensajes de Benedicto XVI, que éste “parece querer recuperar para la Iglesia la sencillez no impositiva y evangélica del pescador”.

En ese sentido, a Pedro Miguel Lamet le ha gustado que el nuevo pontífice “no se haya presentado como protagonista, sino frágil y evangélico, dispuesto a escuchar a la Iglesia, sin querer imponerse. Ahora más que nunca -afirma el jesuita andaluz-, la Iglesia necesita un Papa hermano, que baje a la plaza del pueblo, y un pastor misericordioso que aliente a la esperanza”.

Sólo cabe desear -para bien de la católica iglesia y su vigencia en el mundo de hoy- que esas estimulantes intuiciones del ex director de “Vida Nueva” se cumplan. Cierto que la mismas también podrían ser fruto de la envoltura mediática con la que desde El Vaticano se trata de revestir una figura no caracterizada precisamente por esas virtudes. Al menos al frente del riguroso organismo que Ratzinger gestionó desde la Santa Sede, llamado a limpiar, fijar y ordenar el curso dogmático de la institución. ¡Quién sabe qué mudanzas puede obrar el hálito mirífico del Espíritu Santo!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no me fío nada de la humildad que aparenta Papa Ratzinger. Eso se le da muy bien a los jerarcas vaticanos. Cuando empecemos con la doctrina sabremos de qué pie cojea. Lo de la campaña de imagen puede ser más verosímil. Y si no al tiempo.

Anónimo dijo...

La operación en marcha desde El Vaticano es humanizar a Ratzinger y vendernos esa obra de marketing como si la silla de san Pedro le dotara de nuevas virtudes. Vamos a pasar unos meses de propaganda a toda pastilla para que el personal se quite de la cabeza que con Benedicto XVI tenemos más de los mismo.

Anónimo dijo...

La esperanza es lo último que se pierde. Y Lamet proyecta su esperanza sobre el Papa. A veces nuestra mirada positiva y benigna sobre las personas las transforma. Esperemos que así sea. Aunque las cosas están difíciles.
Juan Pablo II llevó a cabo una restauración muy completa: un bloqueo del Concilio Vaticano II. En sus adentros la Iglesia regresó al Vaticano I, y extramuros se valió de los modernos recursos mediáticos. Pero lo importante no es el envoltorio, sino la perla preciosa.
Quisiera ser lúcido (no le veo solución a corto plazo), pero esperanzado (¿por donde nos saldrá el "hálito mirífico"?). Desde la historia y desde la fe pienso que ese declive eclesial esté en los planes del cielo a fin de devolver las cosas a su justo lugar. En ese caso, todo estaría funcionando a las mil maravillas.

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