Félix Población
La elección del abulense Blázquez, don Ricardo, como presidente de la Conferencia Episcopal Española supuso la pasada semana una noticia sorpresa para el común de la parroquia. Así lo hicieron constar los medios periodísticos y aquellos profesionales más familiarizados con la información religiosa. Según todos los indicios, lo predecible era la continuidad de Antonio María Rouco pese a su nada flexible acomodación a la gobernación socialista, tal como refleja la actitud muy discrepante de la iglesia de Roma en España a lo largo del año transcurrido.
Pero la Iglesia es sabia y su currículo hace sobrado honor a ese proceder avalado por los siglos. Consciente de que la línea apuntada por su predecesor no era políticamente la más correcta, los señores obispos han dado un mínimo aval a la llamada línea conciliadora, representada por Blázquez, cuyos méritos diplomáticos, además, están acreditados por el grado de aceptación ganado desde su diócesis de Bilbao entre los nacionalistas vascos.
Desde que se supo el nuevo nombramiento, los socialistas no dejaron de formularse parabienes, convencidos de la necesidad de un interlocutor de las características de don Ricardo. Esa confianza, sin embargo, no quiere decir que monseñor Blázquez se preste a fáciles concesiones. Seguirán siendo intocables, por supuesto, los acuerdos suscritos antes de la Constitución, base sobre la que la Iglesia aún cimenta buena parte de su poder.
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