Félix Población
Es de celebrar por todos cuantos desean para Cuba una transición democrática en libertad y sin injerencias externas, que el régimen de Castro haya excarcelado en los últimos días a varios de sus presos políticos. Pertenecían al llamado Grupo de los 75 y fueron juzgados hace más de un año bajo el supuesto delito de conspirar contra el socialismo. La liberación se ha entendido en Europa como muy alentadora, en palabras al menos de Bernard Bot, presidente actual del Consejo de Ministros de la UE.
El gesto de Fidel Castro obedece sin duda a la nueva estrategia en pro del diálogo fomentada por el presidente Zapatero. Aunque la Administración USA minimice o eluda reconocer este hecho, es evidente que la actitud del gobierno español, en su afán de conciliar posturas antes que radicalizarlas, ha cosechado sus primeros éxitos. La solidaridad con el sacrificado pueblo cubano, cuyo régimen de vida se ha reducido a lo más elemental durante todos estos años de brutal bloqueo económico, requería al menos esa invitación a la palabra.
El seguimiento de la doctrina Bush en los últimos años había llevado al señor Aznar a una ruptura diplomática con Cuba que probablemente su padrino político, don Manuel Fraga, no compartiera e incluso reprochara. Ya en la oposición, el Partido Popular no pudo resistirse a montar una de anticomunismo excombatiente cuando al diputado Moragas se le negó la entrada en La Habana. Aquello le sirvió a los ultramedia para acusar con gran alboroto al gobierno socialista de un filocastrismo insostenible, en sintonía con la rancia prosapia de la derecha montaraz de la que son voceros.
Ahora, coincidiendo con la liberación de los presos de conciencia cubanos, el acreditado periódico The New York Times ha tenido la perspicacia periodística de revelar un informe confidencial del Comité Internacional de la Cruz Roja concerniente también a la isla caribeña. Los datos en este caso afectan a los casi seiscientos presidiarios, en su mayoría de origen árabe, encarcelados en la base norteamericana de Guantánamo desde el mes de enero de 2002.
Por si hubiera alguna duda tras contemplar en televisión, en breves, reiteradas y precarias secuencias, las afrentosas imágenes de los presos maltrechos y desnudos bajo vigilancia de los soldados, el CICR asegura que las tácticas de coerción psicológica y en ocasiones física a que son sometidos equivalen a tortura. Se da además la agravante de que el personal sanitario de la base colabora en la planificación de los interrogatorios, lo que supone una flagrante violación de la ética médica.
Las pruebas del informe, certificadas por una delegación del Comité de la Cruz Roja que visitó Guantánamo asesorada por un equipo médico, son sólo un punto de vista para el Pentágono. A USA, según el portavoz del secretario de Defensa, le cabe el derecho de custodiar a esos combatientes ilegales mientras ¡no finalice su guerra contra el terrorismo! En su condición de combatientes ilegales, añade Lawrence di Rita sin el más mínimo asomo de humanitario retraimiento, están exentos de amparo por la Convención de Ginebra.
En consecuencia con tan misericordiosos y cristianos postulados, queda claro por qué el diputado Moragas, secretario de relaciones internacionales del Partido Popular y asaz velador de los derechos humanos, no fue a Guantánamo el día que la demagogia lo apeó en La Habana.
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