Goti del Sol
Ante la disolución de la banda criminal, a uno, que tuvo ocasión de ser
testigo en San Sebastián de sucesos relacionados con el horror, le
quedan grabadas sensaciones que se tranforman en algo físico muchas de
ellas. Como cuando asesinaron al empresario Santamaría en la terraza de
la Unión Artesana, a unos doscientos metros de La Cepa, mítico bar de la
Parte Vieja y donde mataron a Goyo Ordoñez, lugar en el que me
encontraba y que no tuve el menor conocimiento del suceso hasta
llegar a casa.
Ante ello, la tragedia y la cercanía sin ser consciente
de ella, el vacío casi perfora el estómago. O el sonido de las puertas
de los coches blindados de José María Aznar y Jaime Mayor Oreja, al
acudir a dar las condolencias a la sede del Partido Socialista de
Euskadi, en la calle Prim, después del asesinato de Jauregi, un
militante socialista, y aparcar a escasos diez metros de mi ubicación.
El golpe seco, duro, retumbó en medio del silencio ambiental con una
carga emotiva que se introdujo hasta los huesos. Qué decir de los días
de manifestación permanente durante el secuestro y posterior ejecución
de Miguel Angel Blanco. La imagen del erzaina retirándose la capucha
ante la seda de HB, o las dos monjitas entonando el coro de ¡hijos de
puta! dirigido a los etarras, son sensaciones que van más allá y quedan
tatuadas en la piel de forma indeleble.
Ahora se ensancha el camino del futuro, ya abierto en el 2.011 pero, con toda seguridad, no el del olvido. La tragedia fue tan intensa y larga de duración que hacen imposible que se borre de la memoria. La capacidad de la sociedad vasca para procesar y gestionar lo ocurrido en un marco de convivencia, marcará el futuro de esa Euskadi en paz tan anhelada por la inmensa mayoría. También resultaría muy conveniente que desde el resto de España no se ejercitase ese deporte tan nacional de introducir palos en las ruedas. Que así sea.
DdA, XIV/3839
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