Félix Población
Desde hace mucho tiempo priman, en la información cotidiana
que se suministra a través de los medios de comunicación, las monografías.
Antes del vídeo de Cifuentes siendo registrada por un robo en un supermercado,
estaba el master de doña Cristina, que dio de sí y sigue dando todo un serial
de noticias acerca de las anomalías e irregularidades que se dan en la
universidad madrileña que lo expidió.
Así fue hasta que unos jueces sentenciaron a los violadores de La Manada a una
pena que indignó a la mayoría de los ciudadanos, y sobre todo de las
ciudadanas, y sobre la que se viene hablando y se hablará hasta que un nuevo
asunto asome a la actualidad patria. Y como en España, a no ser cuando se trata de las
cualidades humanas y profesionales de futbolista Iniesta, suele haber
discrepancia de pareceres en casi todo, hemos llegado a escuchar opiniones en
defensa de los energúmenos de esa violación múltiple, algo que en cierta medida
explica el nivel de degradación que afecta a determinados individuos con peana
pública.
La tienen estos en algún periódico nacional, con columna diaria, y en ciertos programas audiovisuales con unos índices de
audiencia respetables, aunque esos programas en muchos casos no lo sean, dado
que para hablar de ellos -generalmente- es preciso hacerlo en estas ocasiones, cuando un
sujeto mediocre, de mentalidad retrógrada y retorcida, espeta a la audiencia la
posibilidad de que la víctima de esa violación pueda ser en cierta medida
responsable, caso de que se investigue un vídeo sobre su vida sexual.
¿A qué
extremos estamos llegando con individuos de esa laya, que para hacerse notar -porque
de otro modo sería imposible- requieren hacer uso y abuso de tan miserables y
sórdidas manifestaciones, a las que luego en las redes sociales se les presta
difusión múltiple, de modo que la bazofia se extiende, por indignadas reacciones que provoque?
Cuando se dan opiniones tan deplorables en las tertulias al uso que se
celebran en los platós de determinados canales televisivos a voz en grito, y teniendo en
cuenta que quienes las perpetran suelen ser conocidos por su práctica o dominio de la
especialidad, pienso que si esos sujetos cobran por sus intervenciones es,
precisamente, para que de vez en cuando se hagan notar sus coces a través de sus voces y los programas en los que intervienen acumulen visitas y repercusiones que de otro modo no tendrían.
¿Qué por qué no doy nombre del sujeto? Podría ser por no contribuir a esa difusión, pero sobre todo por asco. O por arcada.
DdA, XIV/3839
2 comentarios:
Coces por voces y tras el estallido mediático pasamos a otro asunto y olvido.
Todo un ensayo acerca de lo que resumes, y van publicándose algunos porque el tema abruma por su profundidad y novedad.
Publicar un comentario